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“Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. (Efesios 2:4-7).-

Leer el Salmo 107 versículos 23 al 43

 Muchas personas piensan en Dios sólo en el momento de las pruebas. ¿Deben extrañarse, pues, si El se las manda? Como esos marineros sorprendidos por la tempestad, los hombres están colocados, a veces, en situaciones desesperadas (véase Lucas 7:23). De ese modo, Dios quiere hacerles realizar su total impotencia y la nada de toda su sabiduría: “Toda su ciencia es inútil” (V. 27), y “vana es la ayuda del hombre” (Salmo 108:12). ¿Por qué obra Dios así? Para llevarlos a clamar a El. Aguarda sólo esto para intervenir. A su voz, las ondas se sosiegan y al mismo tiempo se calma el espíritu del hombre cuando consiente en confiar el timón al Señor para dejarse conducir al puerto deseado.
 Esas sendas de Dios para la salvación del alma tienen su equivalente en la vida del creyente. Los manantiales terrenales en los que bebía pueden secarse (compárese 1 Reyes 17:7 con el V. 33). Pero al mismo tiempo, el Señor le hará hallar agua viva en el lugar donde no la buscaba (compárese el V. 35 con Éxodo 15:22-25). Lo que parecía árido y amargo, precisamente legará a ser para el alma un manantial de gozo y fuerza. “Quién es sabio y guardará estas cosas y entenderá las misericordias del Señor?” (V. 43). sí, podemos estar seguros de ello: todas nuestras circunstancias, agradables o penosas, son dispuestas por Aquél cuya misericordia es para siempre.
 “Alabad al Señor, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia”.- (V. 1).

Saludo con la Paz de nuestro Señor Jesucristo





LECTURA BÍBLICA DE HOY
La Biblia en un Año.-

Defensa de Pablo ante el pueblo

Hec.21:37 Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego? 
Hec.21:38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios? 
Hec.21:39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo. 
Hec.21:40 Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo: 

Capítulo 22

Hec.22:1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. 
Hec.22:2 Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo: 
Hec.22:3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. 
Hec.22:4 Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres; 
Hec.22:5 como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.

Pablo relata su conversión  - (Hch. 9.1-19; 26.12-18)

Hec.22:6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; 
Hec.22:7 y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 
Hec.22:8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. 
Hec.22:9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 
Hec.22:10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. 
Hec.22:11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. 
Hec.22:12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, 
Hec.22:13 vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. 
Hec.22:14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 
Hec.22:15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. 
Hec.22:16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre. 

Pablo es enviado a los gentiles 

Hec.22:17 Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. 
Hec.22:18 Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. 
Hec.22:19 Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; 
Hec.22:20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.
Hec.22:21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.

Pablo en manos del tribuno 

Hec.22:22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. 
Hec.22:23 Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, 
Hec.22:24 mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. 
Hec.22:25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? 
Hec.22:26 Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. 
Hec.22:27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí. 
Hec.22:28 Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. 
Hec.22:29 Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado. 


Capítulo 17

Las imágenes y el sacerdote de Micaía

Jue.17:1 Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía, 
Jue.17:2 el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata  que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío. 
Jue.17:3 Y él devolvió los mil cien siclos de plata  a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo. 
Jue.17:4 Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata  y los dio al fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue puesta en la casa de Micaía. 
Jue.17:5 Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. 
Jue.17:6 En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.
Jue.17:7 Y había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita, y forastero allí. 
Jue.17:8 Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar; y llegando en su camino al monte de Efraín, vino a casa de Micaía. 
Jue.17:9 Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde pueda encontrar lugar. 
Jue.17:10 Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata  por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó.
Jue.17:11 Agradó, pues, al levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos. 
Jue.17:12 Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía. 
Jue.17:13 Y Micaía dijo: Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote. 

Capítulo 18

Micaía y los hombres de Dan 

Jue.18:1 En aquellos días no había rey en Israel. Y en aquellos días la tribu de Dan buscaba posesión para sí donde habitar, porque hasta entonces no había tenido posesión entre las tribus de Israel. 
Jue.18:2 Y los hijos de Dan enviaron de su tribu cinco hombres de entre ellos, hombres valientes, de Zora y Estaol, para que reconociesen y explorasen bien la tierra; y les dijeron: Id y reconoced la tierra. Estos vinieron al monte de Efraín, hasta la casa de Micaía, y allí posaron. 
Jue.18:3 Cuando estaban cerca de la casa de Micaía, reconocieron la voz del joven levita; y llegando allá, le dijeron: ¿Quién te ha traído acá? ¿y qué haces aquí? ¿y qué tienes tú por aquí?  
Jue.18:4 El les respondió: De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su sacerdote. 
Jue.18:5 Y ellos le dijeron: Pregunta, pues, ahora a Dios, para que sepamos si ha de prosperar este viaje que hacemos. 
Jue.18:6 Y el sacerdote les respondió: Id en paz; delante de Jehová está vuestro camino en que andáis. 
Jue.18:7 Entonces aquellos cinco hombres salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón, sin que nadie en aquella región les perturbase en cosa alguna, ni había quien poseyese el reino. Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie. 
Jue.18:8 Volviendo, pues, ellos a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: ¿Qué hay? Y ellos respondieron: 
Jue.18:9 Levantaos, subamos contra ellos; porque nosotros hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena; ¿y vosotros no haréis nada? No seáis perezosos en poneros en marcha para ir a tomar posesión de la tierra. 
Jue.18:10 Cuando vayáis, llegaréis a un pueblo confiado y a una tierra muy espaciosa, pues Dios la ha entregado en vuestras manos; lugar donde no hay falta de cosa alguna que haya en la tierra. 
Jue.18:11 Entonces salieron de allí, de Zora y de Estaol, seiscientos hombres de la familia de Dan, armados de armas de guerra. 
Jue.18:12 Fueron y acamparon en Quiriat-jearim en Judá, por lo cual llamaron a aquel lugar el campamento de Dan, hasta hoy; está al occidente de Quiriat-jearim. 
Jue.18:13 Y de allí pasaron al monte de Efraín, y vinieron hasta la casa de Micaía. 
Jue.18:14 Entonces aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais dijeron a sus hermanos: ¿No sabéis que en estas casas hay efod y terafines, y una imagen de talla y una de fundición? Mirad, por tanto, lo que habéis de hacer. 
Jue.18:15 Cuando llegaron allá, vinieron a la casa del joven levita, en casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba. 
Jue.18:16 Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de Dan, estaban armados de sus armas de guerra a la entrada de la puerta. 
Jue.18:17 Y subiendo los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá y tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados de armas de guerra. 
Jue.18:18 Entrando, pues, aquéllos en la casa de Micaía, tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo: ¿Qué hacéis vosotros? 
Jue.18:19 Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? 
Jue.18:20 Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo. 
Jue.18:21 Y ellos se volvieron y partieron, y pusieron los niños, el ganado y el bagaje por delante. 
Jue.18:22 Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaía, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaía se juntaron y siguieron a los hijos de Dan. 
Jue.18:23 Y dando voces a los de Dan, éstos volvieron sus rostros, y dijeron a Micaía: ¿Qué tienes, que has juntado gente? 
Jue.18:24 El respondió: Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os vais; ¿qué más me queda? ¿Por qué, pues, me decís: ¿Qué tienes? 
Jue.18:25 Y los hijos de Dan le dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los tuyos. 
Jue.18:26 Y prosiguieron los hijos de Dan su camino, y Micaía, viendo que eran más fuertes que él, volvió y regresó a su casa. 
Jue.18:27 Y ellos, llevando las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía, llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de espada, y quemaron la ciudad. 
Jue.18:28 Y no hubo quien los defendiese, porque estaban lejos de Sidón, y no tenían negocios con nadie. Y la ciudad estaba en el valle que hay junto a Bet-rehob. Luego reedificaron la ciudad, y habitaron en ella. 
Jue.18:29 Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre, hijo de Israel, bien que antes se llamaba la ciudad Lais. 
Jue.18:30 Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan, hasta el día del cautiverio de la tierra. 
Jue.18:31 Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.


Capítulo 43

Plegaria pidiendo vindicación y liberación

Sal.43:1 Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa;
            Líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.
Sal.43:2 Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado?
            ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo?
Sal.43:3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán;
            Me conducirán a tu santo monte,
            Y a tus moradas.
Sal.43:4 Entraré al altar de Dios,
            Al Dios de mi alegría y de mi gozo;
            Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.
Sal.43:5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,
            Y por qué te turbas dentro de mí?
            Espera en Dios; porque aún he de alabarle,

            Salvación mía y Dios mío.

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