“Señor… soy hombre pecador”.-
“Dios, sé propicio a mí pecador”.- (Lucas 5:8 y 18:13).-
“Me aborrezco y me arrepiento…”.- (Job 42:6).-
¿Somos o soy?
Un joven había perdido a su querida compañera. En un tiempo había frecuentado reuniones evangélicas y a menudo había oído anunciar el Evangelio. Pero la vida, con sus preocupaciones y compromisos, lo había arrastrado lejos de las cosas de Dios.
Mientras él estaba aún bajo el peso de su aflicción, un hermano decidió ir a visitarle. Le habló de los últimos momentos de su compañera y, varias veces, sus ojos se llenaron de lágrimas. El hermano le pidió permiso para orar y luego le propuso que se volviera hacia Dios, el Dios qué salva a los pecadores y consuela a sus redimidos. Su contestación inolvidable fue: “Somos demasiado pecadores”.
Sabemos que esto no es así, nadie es un pecador demasiado grande. No existe iniquidad que Dios no pueda perdonar, porque la sangre de Jesús limpia de todo pecado.
Pero en aquella contestación hay una palabra que sería necesario cambiar. A propósito de la visión que tuvo el profeta Isaías, él exclamó: “¡Ay de mí… siendo hombre inmundo de labios…”, y el hijo pródigo confiesa: “He pecado…”.
El que se acerca a Dios no debe hacer uso de una confesión general que no cuesta nada. Debe sentir el peso de su pecado y aceptar el juicio que Dios pronuncia sobre él. La paga del pecado es muerte y el pecador merece la muerte y permanecer alejado de Dios. Al pecador arrepentido, Dios le muestra la cruz: allí fue saldada, una vez por todas, la cuestión del pecado. Por medio del sacrificio de Cristo, todo aquel que cree tiene vida eterna.
“Dios, sé propicio a mí pecador”.- (Lucas 5:8 y 18:13).-
“Me aborrezco y me arrepiento…”.- (Job 42:6).-
¿Somos o soy?
Un joven había perdido a su querida compañera. En un tiempo había frecuentado reuniones evangélicas y a menudo había oído anunciar el Evangelio. Pero la vida, con sus preocupaciones y compromisos, lo había arrastrado lejos de las cosas de Dios.
Mientras él estaba aún bajo el peso de su aflicción, un hermano decidió ir a visitarle. Le habló de los últimos momentos de su compañera y, varias veces, sus ojos se llenaron de lágrimas. El hermano le pidió permiso para orar y luego le propuso que se volviera hacia Dios, el Dios qué salva a los pecadores y consuela a sus redimidos. Su contestación inolvidable fue: “Somos demasiado pecadores”.
Sabemos que esto no es así, nadie es un pecador demasiado grande. No existe iniquidad que Dios no pueda perdonar, porque la sangre de Jesús limpia de todo pecado.
Pero en aquella contestación hay una palabra que sería necesario cambiar. A propósito de la visión que tuvo el profeta Isaías, él exclamó: “¡Ay de mí… siendo hombre inmundo de labios…”, y el hijo pródigo confiesa: “He pecado…”.
El que se acerca a Dios no debe hacer uso de una confesión general que no cuesta nada. Debe sentir el peso de su pecado y aceptar el juicio que Dios pronuncia sobre él. La paga del pecado es muerte y el pecador merece la muerte y permanecer alejado de Dios. Al pecador arrepentido, Dios le muestra la cruz: allí fue saldada, una vez por todas, la cuestión del pecado. Por medio del sacrificio de Cristo, todo aquel que cree tiene vida eterna.
Saludo con la Paz de nuestro Señor Jesucristo
LECTURA BÍBLICA PARA HOY
La Biblia en un Año.-
La pregunta sobre la
resurrección - (Mr. 12. 18-27; Lc. 20. 27-40)
Mat.22:23 Aquel día vinieron a
él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
Mat.22:24 diciendo: Maestro,
Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y
levantará descendencia a su hermano.
Mat.22:25 Hubo, pues, entre
nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo
descendencia, dejó su mujer a su hermano.
Mat.22:26 De la misma manera
también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
Mat.22:27 Y después de todos
murió también la mujer.
Mat.22:28 En la resurrección,
pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?
Mat.22:29 Entonces respondiendo
Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.
Mat.22:30 Porque en la
resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los
ángeles de Dios en el cielo.
Mat.22:31 Pero respecto a la
resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios,
cuando dijo:
Mat.22:32 Yo soy el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos.
Mat.22:33 Oyendo esto la gente,
se admiraba de su doctrina.
El gran mandamiento - (Mr. 12.
28-34)
Mat.22:34 Entonces los
fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
Mat.22:35 Y uno de ellos,
intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
Mat.22:36 Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley?
Mat.22:37 Jesús le dijo: Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Mat.22:38 Este es el primero y
grande mandamiento.
Mat.22:39 Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Mat.22:40 De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.
¿De quién es hijo el Cristo? -
(Mr. 12. 35-37; Lc. 20. 41-44)
Mat.22:41 Y estando juntos los
fariseos, Jesús les preguntó,
Mat.22:42 diciendo: ¿Qué
pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David.
Mat.22:43 El les dijo: ¿Pues
cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
Mat.22:44 Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies?
Mat.22:45 Pues si David le
llama Señor, ¿cómo es su hijo?
Mat.22:46 Y nadie le podía
responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.
Capítulo 22
Balac manda llamar a
Balaam
Num.22:1 Partieron los hijos de
Israel, y acamparon en los campos de Moab junto al Jordán, frente a Jericó.
Num.22:2 Y vio Balac hijo de
Zipor todo lo que Israel había hecho al amorreo.
Num.22:3 Y Moab tuvo gran temor
a causa del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a causa de los hijos
de Israel.
Num.22:4 Y dijo Moab a los
ancianos de Madián: Ahora lamerá esta gente todos nuestros contornos, como lame
el buey la grama del campo. Y Balac hijo de Zipor era entonces rey de Moab.
Num.22:5 Por tanto, envió
mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor, que está junto al río en la tierra
de los hijos de su pueblo, para que lo llamasen, diciendo: Un pueblo ha salido
de Egipto, y he aquí cubre la faz de la tierra, y habita delante de mí.
Num.22:6 Ven pues, ahora, te
ruego, maldíceme este pueblo, porque es más fuerte que yo; quizá yo pueda
herirlo y echarlo de la tierra; pues yo sé que el que tú bendigas será bendito,
y el que tú maldigas será maldito.
Num.22:7 Fueron los ancianos de
Moab y los ancianos de Madián con las dádivas de adivinación en su mano, y
llegaron a Balaam y le dijeron las palabras de Balac.
Num.22:8 El les dijo: Reposad
aquí esta noche, y yo os daré respuesta según Jehová me hablare. Así los
príncipes de Moab se quedaron con Balaam.
Num.22:9 Y vino Dios a Balaam,
y le dijo: ¿Qué varones son estos que están contigo?
Num.22:10 Y Balaam respondió a
Dios: Balac hijo de Zipor, rey de Moab, ha enviado a decirme:
Num.22:11 He aquí, este pueblo
que ha salido de Egipto cubre la faz de la tierra; ven pues, ahora, y
maldícemelo; quizá podré pelear contra él y echarlo.
Num.22:12 Entonces dijo Dios a
Balaam: No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es.
Num.22:13 Así Balaam se levantó
por la mañana y dijo a los príncipes de Balac: Volveos a vuestra tierra, porque
Jehová no me quiere dejar ir con vosotros.
Num.22:14 Y los príncipes de
Moab se levantaron, y vinieron a Balac y dijeron: Balaam no quiso venir con
nosotros.
Num.22:15 Volvió Balac a enviar
otra vez más príncipes, y más honorables que los otros;
Num.22:16 los cuales vinieron a
Balaam, y le dijeron: Así dice Balac, hijo de Zipor: Te ruego que no dejes de
venir a mí;
Num.22:17 porque sin duda te
honraré mucho, y haré todo lo que me digas; ven, pues, ahora, maldíceme a este
pueblo.
Num.22:18 Y Balaam respondió y
dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diese su casa llena de plata y
oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni
grande.
Num.22:19 Os ruego, por tanto,
ahora, que reposéis aquí esta noche, para que yo sepa qué me vuelve a decir
Jehová.
Num.22:20 Y vino Dios a Balaam
de noche, y le dijo: Si vinieron para llamarte estos hombres, levántate y vete
con ellos; pero harás lo que yo te diga.
El ángel y el asna de
Balaam
Num.22:21 Así Balaam se levantó
por la mañana, y enalbardó su asna y fue con los príncipes de Moab.
Num.22:22 Y la ira de Dios se
encendió porque él iba; y el ángel de Jehová se puso en el camino por
adversario suyo. Iba, pues, él montado sobre su asna, y con él dos criados
suyos.
Num.22:23 Y el asna vio al
ángel de Jehová, que estaba en el camino con su espada desnuda en su mano; y se
apartó el asna del camino, e iba por el campo. Entonces azotó Balaam al asna
para hacerla volver al camino.
Num.22:24 Pero el ángel de
Jehová se puso en una senda de viñas que tenía pared a un lado y pared al
otro.
Num.22:25 Y viendo el asna al
ángel de Jehová, se pegó a la pared, y apretó contra la pared el pie de Balaam;
y él volvió a azotarla.
Num.22:26 Y el ángel de Jehová
pasó más allá, y se puso en una angostura donde no había camino para apartarse
ni a derecha ni a izquierda.
Num.22:27 Y viendo el asna al
ángel de Jehová, se echó debajo de Balaam; y Balaam se enojó y azotó al asna
con un palo.
Num.22:28 Entonces Jehová abrió
la boca al asna, la cual dijo a Balaam: ¿Qué te he hecho, que me has azotado
estas tres veces?
Num.22:29 Y Balaam respondió al
asna: Porque te has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora
te mataría!
Num.22:30 Y el asna dijo a
Balaam: ¿No soy yo tu asna? Sobre mí has cabalgado desde que tú me tienes hasta
este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y él respondió: No.
Num.22:31 Entonces Jehová abrió
los ojos de Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía
su espada desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su
rostro.
Num.22:32 Y el ángel de Jehová
le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido
para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí.
Num.22:33 El asna me ha visto,
y se ha apartado luego de delante de mí estas tres veces; y si de mí no se
hubiera apartado, yo también ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva.
Num.22:34 Entonces Balaam dijo
al ángel de Jehová: He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de mí
en el camino; mas ahora, si te parece mal, yo me volveré.
Num.22:35 Y el ángel de Jehová
dijo a Balaam: Ve con esos hombres; pero la palabra que yo te diga, esa
hablarás. Así Balaam fue con los príncipes de Balac.
Num.22:36 Oyendo Balac que
Balaam venía, salió a recibirlo a la ciudad de Moab, que está junto al límite
de Arnón, que está al extremo de su territorio.
Num.22:37 Y Balac dijo a
Balaam: ¿No envié yo a llamarte? ¿Por qué no has venido a mí? ¿No puedo yo
honrarte?
Num.22:38 Balaam respondió a
Balac: He aquí yo he venido a ti; mas ¿podré ahora hablar alguna cosa? La
palabra que Dios pusiere en mi boca, esa hablaré.
Num.22:39 Y fue Balaam con
Balac, y vinieron a Quiriat-huzot.
Num.22:40 Y Balac hizo matar
bueyes y ovejas, y envió a Balaam, y a los príncipes que estaban con él.
Cant.2:8 ¡La voz de mi amado!
He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
Cant.2:9 Mi amado es semejante
al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
Cant.2:10 Mi amado habló, y me
dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Cant.2:11 Porque he aquí ha
pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
Cant.2:12 Se han mostrado las
flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
Cant.2:13 La higuera ha echado
sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Cant.2:14 Paloma mía, que estás
en los agujeros de la peña,
en lo escondido de escarpados
parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír
tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y
hermoso tu aspecto.
Cant.2:15 Cazadnos las zorras,
las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
Cant.2:16 Mi amado es mío, y yo
suya;
El apacienta entre lirios.
Cant.2:17 Hasta que apunte el
día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el
cervatillo
Sobre los montes de Beter.
Capítulo 3
El ensueño de la esposa
Cant.3:1 Por las noches busqué
en mi lecho al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
Cant.3:2 Y dije: Me levantaré
ahora, y rodearé por la ciudad;
Por las calles y por las plazas
Buscaré al que ama mi alma;
Lo busqué, y no lo hallé.
Cant.3:3 Me hallaron los
guardas que rondan la ciudad,
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
Cant.3:4 Apenas hube pasado de
ellos un poco,
Hallé luego al que ama mi alma;
Lo así, y no lo dejé,
Hasta que lo metí en casa de mi madre,
Y en la cámara de la que me dio a luz.
Cant.3:5 Yo os conjuro, oh
doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
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