“El insensato se muestra insolente y confiado”. (Proverbios 14:16).-
“Su iniquidad volverá sobre su cabeza”. (Salmo 7:16).-
En la trampa
Un joven, hijo de una madre creyente, se burlaba de todo lo que era religioso y encabezaba un grupo de compañeros de trabajo conocidos como librepensadores. Era buen orador, y discurrió cierto día en términos burlones y subidos de tono contra la Iglesia y los creyentes. Al salir de la fábrica, vio a un viejo conocido de la familia y, al reparar en el rostro apenado del mismo, comprendió que éste lo había oído. Trató de esquivarle, pero el creyente le dijo: “Dios te ha dado facilidad de palabra, muchacho, y tu influyes sobre la gente con tus opiniones. Que Dios te perdone el uso tan impío de ese don. Tal vez caigas algún día en una trampa y debas sentir el peso de la mano divina y reconocer su poder, pero… podría ser demasiado tarde”.
Unos meses después, este joven iba a su trabajo, alegre y engreído como siempre. Estaba trabajando en la construcción de una enorme caja de caudales de acero, a prueba de ladrones, que debía ser empotrada en la pared de un Banco. Lo consideraba como su obra maestra; él mismo había concebido una parte de las cerraduras; ni con la llave correspondiente se las podía abrir si no se conocía la combinación. El director de la fábrica lo había felicitado por la ejecución de su trabajo y, al poner una llave en su propio bolsillo, alcanzó la otra a este joven, diciendo: “Nadie puede robar el Banco, salvo yo y este joven”. Tampoco nadie más conocía el funcionamiento de las cerraduras.
Antes que se entregara la caja de caudales al Banco, todos los obreros acudieron a admirar la obra de arte terminada.
Mientras los trabajadores estaban mirando, nuestro joven entró en la caja de caudales para verificar una vez más si las bisagras funcionaban sin ruido. Para poder escuchar más atentamente, tiró un poco la puerta detrás de sí. ¿Se había apoyado alguien inconscientemente, o había sido el mismo peso de la puerta? Fuera lo que fuese, antes que pudiera impedirlo la puerta se cerró de golpe.
En el mismo instante supo que había caído en la trampa. ¿Pensarían los obreros en ir a buscar al director de la fábrica, el único capaz de sacarlo de su terrible posición?.- Poco a poco el aire se fue enrareciendo y, para aumentar el terror del cautivo, las palabras del creyente volvieron a su memoria: "Tal vez caiga algún día en una trampa y usted deba sentir el peso de la mano divina…"
Allí en la oscuridad se hallaba faz a faz con Dios y frente al más allá. De hecho, Dios había puesto su mano sobre él y le había convencido de que hay un Dios que interviene ya, aquí abajo, en la vida del hombre. La atmósfera se volvía siempre más irrespirable. Si no llegaba pronto la ayuda, sería inútil. Entonces, palabras consoladoras que había oído hacía tiempo acudieron a su mente: “Clamaron a Dios en su angustia y los libró de sus aflicciones”. Pero… ¿cómo rogar a un Dios del que se había burlado? Ahora estaba seguro de la existencia de Dios, del cielo y… del infierno. No merecía ninguna compasión, bien lo sabía. Sólo podía apelar a la misericordia divina. Finalmente, por primera vez después de muchos años, se arrodilló como un pecador arrepentido ante el Dios de toda gracia. Y nosotros tampoco debemos olvidar que esta escrito: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”. (Salmo 50:15).- Apoyó su dolorida cabeza contra la fresca pared de acero y rogó a Dios que le perdonara su larga lista de pecados por el amor de Cristo. Luego pensó en su madre y en la tristeza que su temprana muerte le causaría. En la oscuridad tomó su agenda y garabateó “Dios te bendiga, mamá. Pedí a Dios que me perdonara”. El martilleo se hizo más fuerte en su cabeza y con un dolor insoportable, cayó, inconsciente.
Al volver en sí, lo primero que oyó fueron voces lejanas. Trató de respirar hondamente, pero volvió a hundirse en la inconsciencia. Cuando abrió de nuevo los ojos, se hallaba en su habitación. Su madre tenía sus manos entre las suyas y le dijo: “¡Gracias a Dios, hijo mío! El te ha salvado en tu angustia”. Se sentía demasiado débil para poder hablar, pero en su corazón coincidió con ella cuando agradeció a Dios y le pidió que la vida que El había devuelto a su hijo fuera empleada a Su servicio.
Poco a poco le volvieron las fuerzas. Una noche, un grupo de sus amigos de la fábrica vino a visitarlo. Les contó toda la historia de su conversión en la caja de caudales. “Y ahora —terminó diciendo—, mi vida pertenece a Dios. Espero poder emplearla de tal modo que sea útil a aquellos a quienes causé daño anteriormente.
Todos escuchaban en silencio; luego, un joven agregó: “Escapaste de las garras del infierno. Vemos que hay un Dios que oye las oraciones. En cuanto a mí, quiero desde ahora confiar en El y creer en su Libro”.
Ahora nosotros, ¿estamos creyendo en Dios como debemos hacerlo? ¿o tendremos que ser puestos en una situación crítica para entender la soberana voluntad del Señor en nuestras vidas??
“Su iniquidad volverá sobre su cabeza”. (Salmo 7:16).-
En la trampa
Un joven, hijo de una madre creyente, se burlaba de todo lo que era religioso y encabezaba un grupo de compañeros de trabajo conocidos como librepensadores. Era buen orador, y discurrió cierto día en términos burlones y subidos de tono contra la Iglesia y los creyentes. Al salir de la fábrica, vio a un viejo conocido de la familia y, al reparar en el rostro apenado del mismo, comprendió que éste lo había oído. Trató de esquivarle, pero el creyente le dijo: “Dios te ha dado facilidad de palabra, muchacho, y tu influyes sobre la gente con tus opiniones. Que Dios te perdone el uso tan impío de ese don. Tal vez caigas algún día en una trampa y debas sentir el peso de la mano divina y reconocer su poder, pero… podría ser demasiado tarde”.
Unos meses después, este joven iba a su trabajo, alegre y engreído como siempre. Estaba trabajando en la construcción de una enorme caja de caudales de acero, a prueba de ladrones, que debía ser empotrada en la pared de un Banco. Lo consideraba como su obra maestra; él mismo había concebido una parte de las cerraduras; ni con la llave correspondiente se las podía abrir si no se conocía la combinación. El director de la fábrica lo había felicitado por la ejecución de su trabajo y, al poner una llave en su propio bolsillo, alcanzó la otra a este joven, diciendo: “Nadie puede robar el Banco, salvo yo y este joven”. Tampoco nadie más conocía el funcionamiento de las cerraduras.
Antes que se entregara la caja de caudales al Banco, todos los obreros acudieron a admirar la obra de arte terminada.
Mientras los trabajadores estaban mirando, nuestro joven entró en la caja de caudales para verificar una vez más si las bisagras funcionaban sin ruido. Para poder escuchar más atentamente, tiró un poco la puerta detrás de sí. ¿Se había apoyado alguien inconscientemente, o había sido el mismo peso de la puerta? Fuera lo que fuese, antes que pudiera impedirlo la puerta se cerró de golpe.
En el mismo instante supo que había caído en la trampa. ¿Pensarían los obreros en ir a buscar al director de la fábrica, el único capaz de sacarlo de su terrible posición?.- Poco a poco el aire se fue enrareciendo y, para aumentar el terror del cautivo, las palabras del creyente volvieron a su memoria: "Tal vez caiga algún día en una trampa y usted deba sentir el peso de la mano divina…"
Allí en la oscuridad se hallaba faz a faz con Dios y frente al más allá. De hecho, Dios había puesto su mano sobre él y le había convencido de que hay un Dios que interviene ya, aquí abajo, en la vida del hombre. La atmósfera se volvía siempre más irrespirable. Si no llegaba pronto la ayuda, sería inútil. Entonces, palabras consoladoras que había oído hacía tiempo acudieron a su mente: “Clamaron a Dios en su angustia y los libró de sus aflicciones”. Pero… ¿cómo rogar a un Dios del que se había burlado? Ahora estaba seguro de la existencia de Dios, del cielo y… del infierno. No merecía ninguna compasión, bien lo sabía. Sólo podía apelar a la misericordia divina. Finalmente, por primera vez después de muchos años, se arrodilló como un pecador arrepentido ante el Dios de toda gracia. Y nosotros tampoco debemos olvidar que esta escrito: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”. (Salmo 50:15).- Apoyó su dolorida cabeza contra la fresca pared de acero y rogó a Dios que le perdonara su larga lista de pecados por el amor de Cristo. Luego pensó en su madre y en la tristeza que su temprana muerte le causaría. En la oscuridad tomó su agenda y garabateó “Dios te bendiga, mamá. Pedí a Dios que me perdonara”. El martilleo se hizo más fuerte en su cabeza y con un dolor insoportable, cayó, inconsciente.
Al volver en sí, lo primero que oyó fueron voces lejanas. Trató de respirar hondamente, pero volvió a hundirse en la inconsciencia. Cuando abrió de nuevo los ojos, se hallaba en su habitación. Su madre tenía sus manos entre las suyas y le dijo: “¡Gracias a Dios, hijo mío! El te ha salvado en tu angustia”. Se sentía demasiado débil para poder hablar, pero en su corazón coincidió con ella cuando agradeció a Dios y le pidió que la vida que El había devuelto a su hijo fuera empleada a Su servicio.
Poco a poco le volvieron las fuerzas. Una noche, un grupo de sus amigos de la fábrica vino a visitarlo. Les contó toda la historia de su conversión en la caja de caudales. “Y ahora —terminó diciendo—, mi vida pertenece a Dios. Espero poder emplearla de tal modo que sea útil a aquellos a quienes causé daño anteriormente.
Todos escuchaban en silencio; luego, un joven agregó: “Escapaste de las garras del infierno. Vemos que hay un Dios que oye las oraciones. En cuanto a mí, quiero desde ahora confiar en El y creer en su Libro”.
Ahora nosotros, ¿estamos creyendo en Dios como debemos hacerlo? ¿o tendremos que ser puestos en una situación crítica para entender la soberana voluntad del Señor en nuestras vidas??
LECTURA BÍBLICA DE HOY
La Biblia en un Año.-
Capítulo 6
Muertos al pecado
Rom.6:1 ¿Qué, pues,
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?
Rom.6:2 En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
Rom.6:3 ¿O no sabéis
que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados
en su muerte?
Rom.6:4 Porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como
Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en vida nueva.
Rom.6:5 Porque si
fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo
seremos en la de su resurrección;
Rom.6:6 sabiendo esto,
que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo
del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Rom.6:7 Porque el que
ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Rom.6:8 Y si morimos
con Cristo, creemos que también viviremos con él;
Rom.6:9 sabiendo que
Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se
enseñorea más de él.
Rom.6:10 Porque en
cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios
vive.
Rom.6:11 Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,
Señor nuestro.
Rom.6:12 No reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias;
Rom.6:13 ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Rom.6:14 Porque el
pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la
gracia.
Siervos de la
justicia
Rom.6:15 ¿Qué, pues?
¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna
manera.
Rom.6:16 ¿No sabéis que
si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel
a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para
justicia?
Rom.6:17 Pero gracias a
Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a
aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
Rom.6:18 y libertados
del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
Rom.6:19 Hablo como
humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis
vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para
santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.
Rom.6:20 Porque cuando
erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.
Rom.6:21 ¿Pero qué
fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el
fin de ellas es muerte.
Rom.6:22 Mas ahora que
habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro
fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Rom.6:23 Porque la paga
del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro.
Capítulo 15
Saúl desobedece y es
desechado
1°Sam.15:1 Después
Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo
Israel; ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová.
1°Sam.15:2 Así ha dicho
Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele
en el camino cuando subía de Egipto.
1°Sam.15:3 Ve, pues, y
hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a
hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y
asnos.
1°Sam.15:4 Saúl, pues,
convocó al pueblo y les pasó revista en Telaim, doscientos mil de a pie, y diez
mil hombres de Judá.
1°Sam.15:5 Y viniendo
Saúl a la ciudad de Amalec, puso emboscada en el valle.
1°Sam.15:6 Y dijo Saúl
a los ceneos: Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os
destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos
los hijos de Israel, cuando subían de Egipto. Y se apartaron los ceneos de
entre los hijos de Amalec.
1°Sam.15:7 Y Saúl
derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente
de Egipto.
1°Sam.15:8 Y tomó vivo
a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada.
1°Sam.15:9 Y Saúl y el
pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los
animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron
destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron.
1°Sam.15:10 Y vino
palabra de Jehová a Samuel, diciendo:
1°Sam.15:11 Me pesa
haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha
cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella
noche.
1°Sam.15:12 Madrugó
luego Samuel para ir a encontrar a Saúl por la mañana; y fue dado aviso a
Samuel, diciendo: Saúl ha venido a Carmel, y he aquí se levantó un monumento, y
dio la vuelta, y pasó adelante y descendió a Gilgal.
1°Sam.15:13 Vino, pues,
Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la
palabra de Jehová.
1°Sam.15:14 Samuel
entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo
oigo con mis oídos?
1°Sam.15:15 Y Saúl
respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las
ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo
destruimos.
1°Sam.15:16 Entonces
dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y
él le respondió: Di.
1°Sam.15:17 Y dijo
Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las
tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel?
1°Sam.15:18 Y Jehová te
envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra
hasta que los acabes.
1°Sam.15:19 ¿Por qué,
pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo
ante los ojos de Jehová?
1°Sam.15:20 Y Saúl
respondió a Samuel: Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión
que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los
amalecitas.
1°Sam.15:21 Mas el
pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer
sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.
1°Sam.15:22 Y Samuel
dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se
obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
1°Sam.15:23 Porque como
pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.
Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para
que no seas rey.
1°Sam.15:24 Entonces
Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová
y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona,
pues, ahora mi pecado,
1°Sam.15:25 y vuelve
conmigo para que adore a Jehová.
1°Sam.15:26 Y Samuel
respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y
Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel.
1°Sam.15:27 Y
volviéndose Samuel para irse, él se asió de la punta de su manto, y éste se
rasgó.
1°Sam.15:28 Entonces
Samuel le dijo: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a
un prójimo tuyo mejor que tú.
1°Sam.15:29 Además, el
que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre
para que se arrepienta.
1°Sam.15:30 Y él dijo:
Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo
y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios.
1°Sam.15:31 Y volvió
Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová.
1°Sam.15:32 Después
dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec. Y Agag vino a él alegremente. Y dijo
Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte.
1°Sam.15:33 Y Samuel
dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo
entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en
Gilgal.
1°Sam.15:34 Se fue
luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl.
1°Sam.15:35 Y nunca
después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se
arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel.
Capítulo 60
Plegaria pidiendo ayuda
contra el enemigo (Sal. 108. 6-13)
Al músico principal;
sobre Lirios. Testimonio. Mictam de David, para enseñar, cuando tuvo guerra
contra Aram-Naharaim y contra Aram de Soba, y volvió Joab, y destrozó a doce
mil de Edom en el valle de la Sal.
Sal.60:1 Oh Dios, tú
nos has desechado, nos quebrantaste;
Te has airado; ¡vuélvete a nosotros!
Sal.60:2 Hiciste
temblar la tierra, la has hendido;
Sana sus roturas, porque titubea.
Sal.60:3 Has hecho ver
a tu pueblo cosas duras;
Nos hiciste beber vino de aturdimiento.
Sal.60:4 Has dado a los
que te temen bandera
Que alcen por causa de la verdad. Selah
Sal.60:5 Para que se
libren tus amados,
Salva con tu diestra, y óyeme.
Sal.60:6 Dios ha dicho
en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
Sal.60:7 Mío es Galaad,
y mío es Manasés;
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.
Sal.60:8 Moab, vasija
para lavarme;
Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.
Sal.60:9 ¿Quién me
llevará a la ciudad fortificada?
¿Quién me llevará hasta Edom?
Sal.60:10 ¿No serás tú,
oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?
Sal.60:11 Danos socorro
contra el enemigo,
Porque vana es la ayuda de los hombres.
Sal.60:12 En Dios
haremos proezas,
Y
él hollará a nuestros enemigos.
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