“Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá”. (Isaías 46:12-13).-
La Biblia echada al fuego
Un hombre llamado Santiago era un hombre honesto, servicial y sincero, pero era uno de aquellos para quienes “la palabra de la cruz es locura”. Cierto día, en un arrebato de ira, le dijo a su esposa: “No me hables más de sacerdote ni de pastor, ni de creyente o de Biblia”, y uniendo la acción a estas palabras tomó la Biblia de la familia y la echó al fuego.
El tiempo fue pasando, el hombre permanecía rebelde y su mujer seguía orando. Pero Santiago cayó enfermo. Una amiga creyente fue a visitarle y le alcanzó unos tratados con mensajes bíblicos. El los leyó con interés y pidió otros folletos. Cuanto más leía, tanto más sentía la necesidad de oír la voz de Dios, de ese Dios que conocía toda su miseria y que había venido en la Persona del Hijo para salvarle.
También un amigo creyente había ido a visitarle y había orado con él, pero después dejó transcurrir mucho tiempo sin dejarse ver. Santiago lo mandó a buscar: “Díganle a Alfredo que un leñador que ha empezado a derribar un árbol no deja el trabajo a medio acabar”.
Despaciosamente, Dios obró en esa alma una sincera convicción de pecado.
—Hice un bulto con mi ropa sucia —dijo Santiago a otro amigo.
—¿Y qué hizo de ella? —le preguntó éste.
—La llevé al pie de la cruz de Cristo. Y así hallé la paz con Dios.
Suponemos que el lector no ha echado ninguna Biblia al fuego. Pero tal vez no la haya leído tampoco. Permítanos transcribirle una de las verdades básicas de la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
La Biblia echada al fuego
Un hombre llamado Santiago era un hombre honesto, servicial y sincero, pero era uno de aquellos para quienes “la palabra de la cruz es locura”. Cierto día, en un arrebato de ira, le dijo a su esposa: “No me hables más de sacerdote ni de pastor, ni de creyente o de Biblia”, y uniendo la acción a estas palabras tomó la Biblia de la familia y la echó al fuego.
El tiempo fue pasando, el hombre permanecía rebelde y su mujer seguía orando. Pero Santiago cayó enfermo. Una amiga creyente fue a visitarle y le alcanzó unos tratados con mensajes bíblicos. El los leyó con interés y pidió otros folletos. Cuanto más leía, tanto más sentía la necesidad de oír la voz de Dios, de ese Dios que conocía toda su miseria y que había venido en la Persona del Hijo para salvarle.
También un amigo creyente había ido a visitarle y había orado con él, pero después dejó transcurrir mucho tiempo sin dejarse ver. Santiago lo mandó a buscar: “Díganle a Alfredo que un leñador que ha empezado a derribar un árbol no deja el trabajo a medio acabar”.
Despaciosamente, Dios obró en esa alma una sincera convicción de pecado.
—Hice un bulto con mi ropa sucia —dijo Santiago a otro amigo.
—¿Y qué hizo de ella? —le preguntó éste.
—La llevé al pie de la cruz de Cristo. Y así hallé la paz con Dios.
Suponemos que el lector no ha echado ninguna Biblia al fuego. Pero tal vez no la haya leído tampoco. Permítanos transcribirle una de las verdades básicas de la Biblia: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Saludo con la Paz de nuestro Señor Jesucristo
LECTURA BÍBLICA DE HOY
La Biblia en un Año.-
Capítulo 2
El justo juicio de
Dios
Rom.2:1 Por lo cual
eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que
juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo
mismo.
Rom.2:2 Mas sabemos que
el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.
Rom.2:3 ¿Y piensas
esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú
escaparás del juicio de Dios?
Rom.2:4 ¿O menosprecias
las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su
benignidad te guía al arrepentimiento?
Rom.2:5 Pero por tu
dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día
de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
Rom.2:6 el cual pagará
a cada uno conforme a sus obras:
Rom.2:7 vida eterna a
los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad,
Rom.2:8 pero ira y
enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a
la injusticia;
Rom.2:9 tribulación y
angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y
también el griego,
Rom.2:10 pero gloria y
honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al
griego;
Rom.2:11 porque no hay
acepción de personas para con Dios.
Rom.2:12 Porque todos
los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la
ley han pecado, por la ley serán juzgados;
Rom.2:13 porque no son
los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán
justificados.
Rom.2:14 Porque cuando
los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley,
éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
Rom.2:15 mostrando la
obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y
acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,
Rom.2:16 en el día en
que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi
evangelio.
Los judíos y la
ley
Rom.2:17 He aquí, tú
tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en
Dios,
Rom.2:18 y conoces su
voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor,
Rom.2:19 y confías en
que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
Rom.2:20 instructor de
los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y
de la verdad.
Rom.2:21 Tú, pues, que
enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de
hurtar, ¿hurtas?
Rom.2:22 Tú que dices
que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes
sacrilegio?
Rom.2:23 Tú que te
jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
Rom.2:24 Porque como
está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de
vosotros.
Rom.2:25 Pues en verdad
la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la
ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión.
Rom.2:26 Si, pues, el
incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su
incircuncisión como circuncisión?
Rom.2:27 Y el que
físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a
ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la
ley.
Rom.2:28 Pues no es
judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne;
Rom.2:29 sino que es
judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en
espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de
Dios.
Capítulo 3
Rom.3:1 ¿Qué ventaja
tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión?
Rom.3:2 Mucho, en todas
maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de
Dios.
Rom.3:3 ¿Pues qué, si
algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la
fidelidad de Dios?
Rom.3:4 De ninguna
manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está
escrito:
Para que seas
justificado en tus palabras,
Y venzas cuando fueres
juzgado.
Rom.3:5 Y si nuestra
injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios
que da castigo? (Hablo como hombre.)
Rom.3:6 En ningua
manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
Rom.3:7 Pero si por mi
mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como
pecador?
Rom.3:8 ¿Y por qué no
decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirma
que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?
1°Sam.10:17 Después
Samuel convocó al pueblo delante de Jehová en Mizpa,
1°Sam.10:18 y dijo a
los hijos de Israel: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Yo saqué a Israel
de Egipto, y os libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los reinos
que os afligieron.
1°Sam.10:19 Pero
vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras
aflicciones y angustias, y habéis dicho: No, sino pon rey sobre nosotros.
Ahora, pues, presentaos delante de Jehová por vuestras tribus y por vuestros
millares.
1°Sam.10:20 Y haciendo
Samuel que se acercasen todas las tribus de Israel, fue tomada la tribu de
Benjamín.
1°Sam.10:21 E hizo
llegar la tribu de Benjamín por sus familias, y fue tomada la familia de Matri;
y de ella fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado.
1°Sam.10:22
Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún no había venido allí aquel varón. Y
respondió Jehová: He aquí que él está escondido entre el bagaje.
1°Sam.10:23 Entonces
corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo, desde los
hombros arriba era más alto que todo el pueblo.
1°Sam.10:24 Y Samuel
dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido Jehová, que no hay
semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría,
diciendo: ¡Viva el rey!
1°Sam.10:25 Samuel
recitó luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro, el cual
guardó delante de Jehová.
1°Sam.10:26 Y envió
Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en
Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado.
1°Sam.10:27 Pero
algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco,
y no le trajeron presente; mas él disimuló.
Capítulo 11
Saúl derrota a los
amonitas
1°Sam.11:1 Después
subió Nahas amonita, y acampó contra Jabes de Galaad. Y todos los de Jabes
dijeron a Nahas: Haz alianza con nosotros, y te serviremos.
1°Sam.11:2 Y Nahas
amonita les respondió: Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada
uno de todos vosotros saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo
Israel.
1°Sam.11:3 Entonces los
ancianos de Jabes le dijeron: Danos siete días, para que enviemos mensajeros
por todo el territorio de Israel; y si no hay nadie que nos defienda, saldremos
a ti.
1°Sam.11:4 Llegando los
mensajeros a Gabaa de Saúl, dijeron estas palabras en oídos del pueblo; y todo
el pueblo alzó su voz y lloró.
1°Sam.11:5 Y he aquí
Saúl que venía del campo, tras los bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo,
que llora? Y le contaron las palabras de los hombres de Jabes.
1°Sam.11:6 Al oír Saúl
estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder; y él se encendió
en ira en gran manera.
1°Sam.11:7 Y tomando un
par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel
por medio de mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes del que no
saliere en pos de Saúl y en pos de Samuel. Y cayó temor de Jehová sobre el
pueblo, y salieron como un solo hombre.
1°Sam.11:8 Y los contó
en Bezec; y fueron los hijos de Israel trescientos mil, y treinta mil los
hombres de Judá.
1°Sam.11:9 Y
respondieron a los mensajeros que habían venido: Así diréis a los de Jabes de
Galaad: Mañana al calentar el sol, seréis librados. Y vinieron los mensajeros y
lo anunciaron a los de Jabes, los cuales se alegraron.
1°Sam.11:10 Y los de
Jabes dijeron a los enemigos: Mañana saldremos a vosotros, para que hagáis con
nosotros todo lo que bien os pareciere.
1°Sam.11:11 Aconteció
que al día siguiente dispuso Saúl al pueblo en tres compañías, y entraron en
medio del campamento a la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta
que el día calentó; y los que quedaron fueron dispersos, de tal manera que no
quedaron dos de ellos juntos.
1°Sam.11:12 El pueblo
entonces dijo a Samuel: ¿Quiénes son los que decían: ¿Ha de reinar Saúl sobre
nosotros? Dadnos esos hombres, y los mataremos.
1°Sam.11:13 Y Saúl
dijo: No morirá hoy ninguno, porque hoy Jehová ha dado salvación en
Israel.
1°Sam.11:14 Mas Samuel
dijo al pueblo: Venid, vamos a Gilgal para que renovemos allí el reino.
1°Sam.11:15 Y fue todo
el pueblo a Gilgal, e invistieron allí a Saúl por rey delante de Jehová en
Gilgal. Y sacrificaron allí ofrendas de paz delante de Jehová, y se alegraron
mucho allí Saúl y todos los de Israel.
Capítulo 56
Oración de confianza
Al músico principal;
sobre La paloma silenciosa en paraje muy distante. Mictam de David, cuando los
filisteos le prendieron en Gat.
Sal.56:1 Ten
misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;
Me oprime combatiéndome cada día.
Sal.56:2 Todo el día
mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
Sal.56:3 En el día que
temo,
Yo en ti confío.
Sal.56:4 En Dios
alabaré su palabra;
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
Sal.56:5 Todos los días
ellos pervierten mi causa;
Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
Sal.56:6 Se reúnen, se
esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
Sal.56:7 Pésalos según
su iniquidad, oh Dios,
Y derriba en tu furor a los pueblos.
Sal.56:8 Mis huidas tú
has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?
Sal.56:9 Serán luego
vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare;
Esto sé, que Dios está por mí.
Sal.56:10 En Dios alabaré
su palabra;
En Jehová su palabra alabaré.
Sal.56:11 En Dios he
confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
Sal.56:12 Sobre mí, oh
Dios, están tus votos;
Te tributaré alabanzas.
Sal.56:13 Porque has
librado mi alma de la muerte,
Y mis pies de caída,
Para que ande delante de Dios
En
la luz de los que viven.
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