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“Toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás…! Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!”.- (Lucas 23:18-21).-
“Pilato... tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. (Mateo 21:24-25).-

Jesús ante Pilato

 Como estaban bajo el yugo romano, los judíos en ese tiempo no tenían derecho de ajusticiar a un condenado. Conducen, pues, a su víctima, atada, ante Pilato el gobernador romano. Este pregunta a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, a lo que el Señor contesta: “Tú lo dices”. Luego Pilato declara a los judíos que no halla delito alguno en el prisionero. Piensa soltarle después de haberle azotado.  ¿Por qué ese castigo si reconoce que es inocente? Esta injusticia no le basta al pueblo que quiere la muerte del que “anduvo haciendo bienes”, y sigue gritando: “¡Crucifícale!” Lo que más sorprende a Pilato es el silencio de Jesús ante sus acusadores, tanto más cuanto sabe que estos le han entregado por envidia.
 Para complacer a los judíos, Pilato acostumbraba dejar en libertad un prisionero en ocasión de la fiesta de Pascua. Quiere aprovechar esta posibilidad para desvincularse de una situación que le resulta muy incómoda; vuelve a proponer a la multitud soltar a Jesús después de haberle azotado. Pero, la multitud instigada por los ancianos y los sacerdotes, la muchedumbre pide que libere al homicida Barrabás y que se crucifique a Jesús. Por tercera vez, Pilato se dirige al pueblo diciendo: “¿Pues qué mal ha hecho? Ningún delito de muerte he hallado en él”.
 Lejos de calmar a la multitud, las tentativas del gobernador para salvar a Jesús sólo sirven para aumentar el tumulto. Esas tres tentativas muestran que Pilato estaba convencido de la absoluta inocencia del divino prisionero, pero hacen resaltar también la intensidad del odio de los judíos hacia su Mesías.
 Ante los gritos de la multitud y como temiese un alboroto, Pilato cede a las presiones y condena a Jesús, cuya inocencia había proclamado públicamente. Es que tenía que enfrentarse con un poder mucho más grande que el del emperador: era el poder del mismo Satanás. Por cierto que había tenido el deseo de conformarse a las reglas de la justicia, pero, no obstante, no teniendo el temor de Dios y deseoso de granjearse el favor del pueblo, viola deliberadamente la ley que está encargado de aplicar y manda a un inocente a una muerte cruel entre todas: la de la cruz. Y la víctima es nada menos que el Hijo de Dios.
 ¡Cuán notables son los caminos de Dios! En la época del nacimiento del Señor, para que El viniese al mundo en la ciudad señalada proféticamente, Dios se sirvió del empadronamiento decretado por el emperador romano para que José y María se trasladaran a Belén. Ahora se vale de una ley romana para que los gentiles, o sea las naciones, estén representadas al lado del pueblo judío y participen de la responsabilidad de crucificar al Señor. La humanidad entera, pues, es culpable de este crimen. Y nosotros también, ya que en definitiva son nuestros pecados los que clavaron a Jesús en la cruz.

 Sin duda, el pueblo judío ha cargado con una terrible responsabilidad al declarar: “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” y no se ha dado cuenta de las tremendas consecuencias de esa declaración, la que ha puesto fin, por así decirlo, a la disputa entre él y el gobernador. Al final, Pilato antepone el favor de los hombres al ejercicio de la autoridad que le fue “dada de arriba”.
 Y nosotros ¿continuaremos crucificando a Jesús en nuestros corazones con tal de congraciarnos y tener el favor de los incrédulos o los falsos hermanos??... Señor ayúdanos a permanecer firmes para ser Luz del mundo, firme como un faro, sean cuales sean las tormentas, puesto que esta escrito: "En tu luz, veremos la luz...".-

Saludo con la Paz de nuestro Señor Jesucristo






LECTURA BÍBLICA DE HOY
La Biblia en un Año.-


Capítulo 13


La preeminencia del amor  


1ºCor.13:1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.  
1ºCor.13:2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.  
1ºCor.13:3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.  
1ºCor.13:4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;  
1ºCor.13:5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;  
1ºCor.13:6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.  
1ºCor.13:7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  
1ºCor.13:8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.  
1ºCor.13:9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;  
1ºCor.13:10 mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.  
1ºCor.13:11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.  
1ºCor.13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.  
1ºCor.13:13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.  


2°Rey.7:3 Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?  
2°Rey.7:4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.  
2°Rey.7:5 Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.  
2°Rey.7:6 Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.  
2°Rey.7:7 Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.  
2°Rey.7:8 Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.  
2°Rey.7:9 Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.  
2°Rey.7:10 Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí nadie, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campamento intacto.  
2°Rey.7:11 Los porteros gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.  
2°Rey.7:12 Y se levantó el rey de noche, y dijo a sus siervos: Yo os declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la ciudad.  
2°Rey.7:13 Entonces respondió uno de sus siervos y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay.  
2°Rey.7:14 Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: Id y ved.  
2°Rey.7:15 Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.  
2°Rey.7:16 Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah  de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.  
2°Rey.7:17 Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él.  
2°Rey.7:18 Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos seahs  de cebada por un siclo, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.  
2°Rey.7:19 A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.
2°Rey.7:20 Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió.  


Capítulo 2


Oración de Jonás  


Jon.2:1 Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez,  
Jon.2:2 y dijo:  
Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;  
Desde el seno del Seol clamé,  
Y mi voz oíste.  
Jon.2:3 Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,  
Y me rodeó la corriente;  
Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.  
Jon.2:4 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos;  
Mas aún veré tu santo templo.  
Jon.2:5 Las aguas me rodearon hasta el alma,  
Rodeóme el abismo;  
El alga se enredó a mi cabeza.  
Jon.2:6 Descendí a los cimientos de los montes;  
La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre;  
Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.  
Jon.2:7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,  
Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.  
Jon.2:8 Los que siguen vanidades ilusorias,  
Su misericordia abandonan.  
Jon.2:9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;  
Pagaré lo que prometí.  
La salvación es de Jehová.  
Jon.2:10 Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.  

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