“El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).-
En las galeras
Leí de un caso en el tiempo en que se mandaba a los condenados a galeras, que los hombres estaban encadenados a sus bancos y tenían apenas la libertad suficiente para empujar los remos. Un diplomático extranjero que visitaba a Francia obtuvo la autorización para ver a los galeotes y el permiso para libertar a uno de ellos. Conversó con cada uno en particular y les preguntó porqué se encontraban allí. Casi todos los prisioneros atribuyeron su suerte a alguna injusticia, a un error en la identificación, a una falsa acusación y otras cosas semejantes. Finalmente llegó a uno de esos desdichados, quien le dijo: —Yo era un terrible criminal. Merezco morir; si estoy con vida, sólo lo debo a la misericordia de Dios.
—Tu presencia aquí sólo puede contaminar a tus compañeros mejores que tú —dijo el diplomático—. No permanezcas ni un día más aquí. Y volviéndose hacia su escolta, agregó—: Este es el hombre a quien quiero liberar.
El Hijo de Dios visitó al hombre pecador, prisionero de Satanás y encadenado por medio de sus pasiones. Quiso librarle y la obra de la cruz le da este derecho. ¿Saben quién se opone a ello?: el hombre mismo que rehúsa reconocerse pecador. Porque la gracia es sólo para los pecadores.
Disculparse, justificarse es la consecuencia del orgullo propio del hombre. Sin embargo, sus mismas cadenas testifican contra él. Como al condenado en su galera, que se reconoce culpable así es la única salida: el perdón soberano del Dios de amor.
Jesús se acerca, a ti hermano, hermana, amigo, El esta dispuesto a darte la libertad y la vida. No dejes pasar la oportunidad; confiésate delante de El tus pecados y acepta la salvación por la fe en El.
En las galeras
Leí de un caso en el tiempo en que se mandaba a los condenados a galeras, que los hombres estaban encadenados a sus bancos y tenían apenas la libertad suficiente para empujar los remos. Un diplomático extranjero que visitaba a Francia obtuvo la autorización para ver a los galeotes y el permiso para libertar a uno de ellos. Conversó con cada uno en particular y les preguntó porqué se encontraban allí. Casi todos los prisioneros atribuyeron su suerte a alguna injusticia, a un error en la identificación, a una falsa acusación y otras cosas semejantes. Finalmente llegó a uno de esos desdichados, quien le dijo: —Yo era un terrible criminal. Merezco morir; si estoy con vida, sólo lo debo a la misericordia de Dios.
—Tu presencia aquí sólo puede contaminar a tus compañeros mejores que tú —dijo el diplomático—. No permanezcas ni un día más aquí. Y volviéndose hacia su escolta, agregó—: Este es el hombre a quien quiero liberar.
El Hijo de Dios visitó al hombre pecador, prisionero de Satanás y encadenado por medio de sus pasiones. Quiso librarle y la obra de la cruz le da este derecho. ¿Saben quién se opone a ello?: el hombre mismo que rehúsa reconocerse pecador. Porque la gracia es sólo para los pecadores.
Disculparse, justificarse es la consecuencia del orgullo propio del hombre. Sin embargo, sus mismas cadenas testifican contra él. Como al condenado en su galera, que se reconoce culpable así es la única salida: el perdón soberano del Dios de amor.
Jesús se acerca, a ti hermano, hermana, amigo, El esta dispuesto a darte la libertad y la vida. No dejes pasar la oportunidad; confiésate delante de El tus pecados y acepta la salvación por la fe en El.
Saludo con la Paz de nuestro Señor Jesucristo
LECTURA BÍBLICA DE HOY
La Biblia en un año
Capítulo 26
El complot para prender
a Jesús - (Mr. 14. 1-2; Lc. 22. 1-2; Jn. 11. 45-53)
Mat.26:1 Cuando hubo
acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
Mat.26:2 Sabéis que
dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado
para ser crucificado.
Mat.26:3 Entonces los
principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en
el patio del sumo sacerdote llamado Caifás,
Mat.26:4 y tuvieron
consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle.
Mat.26:5 Pero decían:
No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.
Jesús es ungido en
Betania - (Mr. 14. 3-9; Jn. 12.
1-8)
Mat.26:6 Y estando
Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
Mat.26:7 vino a él una
mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre
la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
Mat.26:8 Al ver esto,
los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?
Mat.26:9 Porque esto
podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres.
Mat.26:10 Y
entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho
conmigo una buena obra.
Mat.26:11 Porque
siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.
Mat.26:12 Porque al
derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la
sepultura.
Mat.26:13 De cierto os
digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también
se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.
Judas ofrece entregar a
Jesús - (Mr. 14. 10-11; Lc. 22. 3-6)
Mat.26:14 Entonces uno
de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales
sacerdotes,
Mat.26:15 y les dijo:
¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas
de plata.
Mat.26:16 Y desde
entonces buscaba oportunidad para entregarle.
Institución de la Cena
del Señor (Mr.14:12-25; Lc.22:7-23; Jn.13:21-30; 1ºCor.11:23-26)
Mat.26:17 El primer día
de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús,
diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?
Mat.26:18 Y él dijo: Id
a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca;
en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.
Mat.26:19 Y los
discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.
Mat.26:20 Cuando llegó
la noche, se sentó a la mesa con los doce.
Mat.26:21 Y mientras
comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar.
Mat.26:22 Y entristecidos
en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
Mat.26:23 Entonces él
respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a
entregar.
Mat.26:24 A la verdad
el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por
quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber
nacido.
Mat.26:25 Entonces
respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo
has dicho.
Capítulo 35
Herencia de los
levitas
Num.35:1 Habló Jehová a
Moisés en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo:
Num.35:2 Manda a los
hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades
en que habiten; también daréis a los levitas los ejidos de esas ciudades
alrededor de ellas.
Num.35:3 Y tendrán
ellos las ciudades para habitar, y los ejidos de ellas serán para sus animales,
para sus ganados y para todas sus bestias.
Num.35:4 Y los ejidos
de las ciudades que daréis a los levitas serán mil codos alrededor, desde el muro de la ciudad para
afuera.
Num.35:5 Luego mediréis
fuera de la ciudad al lado del oriente dos mil codos, al lado del sur dos mil
codos, al lado del occidente dos mil codos, y al lado del norte dos mil codos,
y la ciudad estará en medio; esto tendrán por los ejidos de las ciudades.
Num.35:6 Y de las
ciudades que daréis a los levitas, seis ciudades serán de refugio, las cuales
daréis para que el homicida se refugie allá; y además de éstas daréis cuarenta
y dos ciudades.
Num.35:7 Todas las
ciudades que daréis a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades con sus
ejidos.
Num.35:8 Y en cuanto a
las ciudades que diereis de la heredad de los hijos de Israel, del que tiene
mucho tomaréis mucho, y del que tiene poco tomaréis poco; cada uno dará de sus
ciudades a los levitas según la posesión que heredará.
Ciudades de
refugio (Dt. 19.1-13)
Num.35:9 Habló Jehová a
Moisés, diciendo:
Num.35:10 Habla a los
hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la
tierra de Canaán,
Num.35:11 os señalaréis
ciudades, ciudades de refugio tendréis,
donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención.
Num.35:12 Y os serán
aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta
que entre en juicio delante de la congregación.
Num.35:13 De las
ciudades, pues, que daréis, tendréis seis ciudades de refugio.
Num.35:14 Tres ciudades
daréis a este lado del Jordán, y tres ciudades daréis en la tierra de Canaán,
las cuales serán ciudades de refugio.
Num.35:15 Estas seis
ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el extranjero y el
que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a
otro sin intención.
Num.35:16 Si con
instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida
morirá.
Num.35:17 Y si con
piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el
homicida morirá.
Num.35:18 Y si con
instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere,
homicida es; el homicida morirá.
Num.35:19 El vengador
de la sangre, él dará muerte al homicida; cuando lo encontrare, él lo
matará.
Num.35:20 Y si por odio
lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere;
Num.35:21 o por
enemistad lo hirió con su mano, y murió, el heridor morirá; es homicida; el
vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare.
Num.35:22 Mas si
casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento
sin asechanzas,
Num.35:23 o bien, sin
verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era
su enemigo, ni procuraba su mal;
Num.35:24 entonces la
congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre
conforme a estas leyes;
Num.35:25 y la
congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la
congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había
refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido
con el aceite santo.
Num.35:26 Mas si el
homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se
refugió,
Num.35:27 y el vengador
de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el
vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello;
Num.35:28 pues en su
ciudad de refugio deberá aquél habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y
después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de
su posesión.
Ley sobre los testigos
y sobre el rescate
Num.35:29 Estas cosas
os serán por ordenanza de derecho por vuestras edades, en todas vuestras
habitaciones.
Num.35:30 Cualquiera
que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un
solo testigo no hará fe contra una persona para que muera.
Num.35:31 Y no tomaréis
precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte;
indefectiblemente morirá.
Num.35:32 Ni tampoco
tomaréis precio del que huyó a su ciudad de refugio, para que vuelva a vivir en
su tierra, hasta que muera el sumo sacerdote.
Num.35:33 Y no
contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre amancillará la
tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella,
sino por la sangre del que la derramó.
Num.35:34 No
contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito;
porque yo Jehová habito en medio de los hijos de Israel.
Capítulo 36
Ley del casamiento de
las herederas
Num.36:1 Llegaron los
príncipes de los padres de la familia de Galaad hijo de Maquir, hijo de
Manasés, de las familias de los hijos de José; y hablaron delante de Moisés y
de los príncipes, jefes de las casas paternas de los hijos de Israel,
Num.36:2 y dijeron:
Jehová mandó a mi señor que por sorteo diese la tierra a los hijos de Israel en
posesión; también ha mandado Jehová a mi señor, que dé la posesión de Zelofehad
nuestro hermano a sus hijas.
Num.36:3 Y si ellas se
casaren con algunos de los hijos de las otras tribus de los hijos de Israel, la
herencia de ellas será así quitada de la herencia de nuestros padres, y será
añadida a la herencia de la tribu a que se unan; y será quitada de la porción
de nuestra heredad.
Num.36:4 Y cuando
viniere el jubileo de los hijos de Israel, la heredad de ellas será añadida a
la heredad de la tribu de sus maridos; así la heredad de ellas será quitada de
la heredad de la tribu de nuestros padres.
Num.36:5 Entonces
Moisés mandó a los hijos de Israel por mandato de Jehová, diciendo: La tribu de
los hijos de José habla rectamente.
Num.36:6 Esto es lo que
ha mandado Jehová acerca de las hijas de Zelofehad, diciendo: Cásense como a
ellas les plazca, pero en la familia de la tribu de su padre se casarán,
Num.36:7 para que la
heredad de los hijos de Israel no sea traspasada de tribu en tribu; porque cada
uno de los hijos de Israel estará ligado a la heredad de la tribu de sus
padres.
Num.36:8 Y cualquiera
hija que tenga heredad en las tribus de los hijos de Israel, con alguno de la
familia de la tribu de su padre se casará, para que los hijos de Israel posean
cada uno la heredad de sus padres,
Num.36:9 y no ande la
heredad rodando de una tribu a otra, sino que cada una de las tribus de los
hijos de Israel estará ligada a su heredad.
Num.36:10 Como Jehová
mandó a Moisés, así hicieron las hijas de Zelofehad.
Num.36:11 Y así Maala,
Tirsa, Hogla, Milca y Noa, hijas de Zelofehad, se casaron con hijos de sus tíos
paternos.
Num.36:12 Se casaron en
la familia de los hijos de Manasés, hijo de José; y la heredad de ellas quedó
en la tribu de la familia de su padre.
Num.36:13 Estos son los
mandamientos y los estatutos que mandó Jehová por medio de Moisés a los hijos
de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó.
Capítulo 3
Job maldice el día en
que nació
Job 3:1 Después de esto
abrió Job su boca, y maldijo su día.
Job 3:2 Y exclamó Job,
y dijo:
Job 3:3 Perezca el día
en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
Job 3:4 Sea aquel día
sombrío,
Y no cuide de él Dios desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca.
Job 3:5 Aféenlo
tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado
Que lo haga horrible como día caliginoso.
Job 3:6 Ocupe aquella
noche la oscuridad;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en el número de los meses.
Job 3:7 ¡Oh, que fuera
aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella!
Job 3:8 Maldíganla los
que maldicen el día,
Los que se aprestan para despertar a Leviatán.
Job 3:9 Oscurézcanse
las estrellas de su alba;
Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana;
Job 3:10 Por cuanto no
cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria.
Job 3:11 ¿Por qué no
morí yo en la matriz,
O expiré al salir del vientre?
Job 3:12 ¿Por qué me
recibieron las rodillas?
¿Y a qué los pechos para que mamase?
Job 3:13 Pues ahora
estaría yo muerto, y reposaría;
Dormiría, y entonces tendría descanso,
Job 3:14 Con los reyes
y con los consejeros de la tierra,
Que reedifican para sí ruinas;
Job 3:15 O con los
príncipes que poseían el oro,
Que llenaban de plata sus casas.
Job 3:16 ¿Por qué no
fui escondido como abortivo,
Como los pequeñitos que nunca vieron la luz?
Job 3:17 Allí los
impíos dejan de perturbar,
Y allí descansan los de agotadas fuerzas.
Job 3:18 Allí también
reposan los cautivos;
No oyen la voz del capataz.
Job 3:19 Allí están el
chico y el grande,
Y el siervo libre de su señor.
Job 3:20 ¿Por qué se da
luz al trabajado,
Y vida a los de ánimo amargado,
Job 3:21 Que esperan la
muerte, y ella no llega,
Aunque la buscan más que tesoros;
Job 3:22 Que se alegran
sobremanera,
Y se gozan cuando hallan el sepulcro?
Job 3:23 ¿Por qué se da
vida al hombre que no sabe por donde ha de ir,
Y a quien Dios ha encerrado?
Job 3:24 Pues antes que
mi pan viene mi suspiro,
Y mis gemidos corren como aguas.
Job 3:25 Porque el
temor que me espantaba me ha venido,
Y me ha acontecido lo que yo temía.
Job 3:26 No he tenido
paz, no me aseguré, ni estuve reposado;
No obstante, me vino turbación.
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