Luc.23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
Padre, Perdónalos..."
Nuestro Señor estaba soportando en aquel momento los primeros dolores de la crucifixión; los verdugos acababan de meter entonces los clavos en Sus manos y pies. Además, Él debe de haber estado grandemente deprimido y reducido a una condición de extrema debilidad por la agonía de la noche en Getsemaní, y por los azotes y las crueles burlas que había soportado de Caifás, de Pilato, de Herodes y de los guardias pretorianos a lo largo de toda aquella mañana. Sin embargo, ni la debilidad del pasado ni el dolor del presente impidieron que continuara en oración.
El Cordero de Dios guardaba silencio para con los hombres mas no para con Dios. Enmudeció como oveja delante de Sus trasquiladores, y no tenía ni una palabra que decir en defensa propia ante hombre alguno, pero continúa clamando a Su Padre en Su corazón, y ni el dolor ni la debilidad pueden acallar Sus santas suplicaciones.
Amados, ¡qué gran ejemplo nos presenta nuestro Señor en este punto! Hemos de continuar en oración en tanto que nuestro corazón palpite; ningún exceso de sufrimiento debe apartarnos del trono de la gracia, sino que más bien debe acercarnos a él. “Los cristianos han de orar en tanto vivan, Pues sólo cuando oran, viven”. Dejar de orar es renunciar a las consolaciones que nuestros casos requieren. En todas las perturbaciones del espíritu y opresiones del corazón, Oh! grandioso Dios, ayúdanos a seguir orando, y que nuestras pisadas no se alejen nunca del propiciatorio, llevadas por la desesperación.
Nuestro bendito Redentor perseveró en oración aun cuando el hierro cruel desgarraba Sus nervios sensibles y los repetidos golpes del martillo hacían trepidar todo Su cuerpo con angustias; y esta perseverancia se explica por el hecho de que tenía un hábito tan arraigado de orar que no podía dejar de hacerlo; Él había adquirido una poderosa velocidad de intercesión que le impedía detenerse. Esas largas noches en la frías laderas del monte, los muchos días que había pasado en soledad, esas perpetuas suplicas que solía elevar al cielo, todas esas cosas habían desarrollado en Él un hábito tan arraigado que ni siquiera los más severos tormentos podían detener su fuerza.
Sin embargo, era algo más que un hábito. Nuestro Señor fue bautizado en el espíritu de oración; vivía en ese espíritu y ese espíritu vivía en Él; había llegado a ser un elemento de Su naturaleza. Ahora Él era como esa preciosa especia que al ser machacada no cesa de exhalar su perfume y que más bien lo produce con mucha mayor abundancia debido a los golpes del mazo, ya que su fragancia no es una cualidad externa y superficial sino una virtud interior y esencial a su naturaleza, que es extraída por los machaques sobre el mortero que hacen que revele su alma secreta de aroma y dulzura. Así, como produce su aroma un manojo de mirra o como cantan los pájaros encerrados porque no pueden hacer otra cosa, así también ora Jesús.
La oración cubría Su propia alma como si fuera un manto, y Su corazón salía vestido de esa manera. repetimos que este debe ser nuestro ejemplo y no debemos cesar de orar nunca, bajo ninguna circunstancia, por grande que sea la severidad de la tribulación o por deprimente que sea la dificultad. Además, observemos en la oración que estamos considerando, que nuestro Señor permanece en el vigor de la fe en cuanto a Su condición de Hijo. La extrema prueba a la que se le sometía ahora no podía impedir que se aferrara firmemente a Su condición de Hijo.
Su oración comienza así: “Padre”. No fue algo desprovisto de significado que nos enseñara a decir cuando oramos: “Padre nuestro”, pues nuestro predominio en la oración dependerá en mucho de nuestra confianza en nuestra relación con Dios. Bajo el peso de grandes pérdidas y cruces, uno es propenso a pensar que Dios no está tratando con nosotros como un padre con su hijo, sino más bien como un juez severo con un criminal condenado; pero el clamor de Cristo, cuando es conducido al extremo que nosotros nunca experimentaremos, no delata ninguna vacilación en el espíritu de Su condición de hijo.
Cuando el sudor sangriento caía raudamente sobre el suelo en Getsemaní, Su clamor más amargo comenzó así: “Padre mío”, pidiendo que si fuera posible, la copa de hiel pasara de Él; argumentaba con el Padre como Su Padre, tal como le llamó una y otra vez en aquella oscura y doliente noche. Aquí dice otra vez, en ésta, la primera de las siete palabras pronunciadas cuando expiraba: “Padre”. ¡Oh, que el Espíritu que nos hace clamar: “Abba, Padre”, no deje nunca Sus operaciones! Que nunca seamos conducidos a la servidumbre espiritual por la sugerencia de un: “si eres Hijo de Dios”; o si el tentador nos asedia, que podamos triunfar como lo hizo Jesús en el páramo hambriento. Que el Espíritu que clama: “¡Abba, Padre!”, repela cada miedo incrédulo. Cuando somos disciplinados, como hemos de serlo (porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?), que podamos estar en una amorosa sujeción al Padre de nuestros espíritus, y vivir, pero que nunca nos volvamos cautivos del espíritu de servidumbre como para dudar del amor de nuestro clemente Padre, o de nuestra porción en Su adopción.
Más notable, empero, es el hecho de que la oración de nuestro Señor a Su Padre no pedía algo para Sí mismo. Es cierto que en la cruz continuó orando por Sí mismo, y que Su palabra de lamento: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, muestra la personalidad de Su oración; pero la primera de las siete grandiosas palabras pronunciadas desde la cruz no tiene ni siquiera una escasa referencia indirecta a Sí mismo. Dice: “Padre, perdónalos”. La petición es enteramente para otros, y aunque hay una alusión a las crueldades que estaban aplicándole es, sin embargo, remota; y ustedes observarán que no dice: “Yo los perdono” – creo que eso es porque lo da por sentado -; pareciera perder de vista el hecho de que le estaban haciendo daño El; en Su mente está presente el mal que le estaban haciendo al Padre, el insulto que estaban lanzando al Padre en la persona del Hijo; El no piensa en Sí mismo para nada. El clamor: “Padre, perdónales”, es completamente desinteresado.
Él propio y mismo es, en la oración, como si no fuera; tan completa es su autoaniquilación que pierde de vista Su persona y Sus aflicciones. Hermanos míos, si hubiera habido un tiempo en la vida del Hijo del hombre cuando pudo haber confinado rígidamente Su oración para Sí mismo, sin merecer ninguna crítica por hacerlo, seguramente habría sido cuando estaban comenzando Sus angustias de muerte. Si un hombre fuera sujetado en la hoguera o clavado en una cruz, no podría asombrarnos si su primera oración, e incluso su última, y todas sus oraciones fueran peticiones personales de apoyo bajo una tribulación tan ardua como un "Padre ayúdame", "Padre no me dejes" y otras semejantes. Pero vean, el Señor Jesús comenzó Su oración pidiendo por otros. ¿Alcanzaremos a ver qué grandioso corazón es revelado aquí? ¡Qué alma de compasión había en el Crucificado! ¡Cuán semejante a Dios, cuán divino! ¿Hubo alguien jamás antes que Él, que, aun en los propios dolores de muerte, ofreciera como su primera oración una intercesión por otros? Ese mismo espíritu de abnegación debe estar en nosotros también, hermanos míos. Que nadie mire por sus propias cosas, antes bien, todo hombre debe mirar por las cosas de los demás. Amemos a nuestros semejantes como a nosotros mismos, y como Cristo ha puesto ante nosotros este excelente modelo de abnegación, procuremos seguirlo pisando sobre Sus pasos.
Sin embargo, hay todavía una joya suprema en esta diadema de glorioso amor. El Sol de Justicia se oculta en el Calvario en un portentoso esplendor; pero en medio de los brillantes colores que glorifican Su partida, hay uno en particular: la oración no era sólo por otros, sino que pedía por Sus más crueles enemigos. Sus enemigos, dije, pero hay que considerar algo más. No era una oración por enemigos que le habían hecho un mal años antes y se había tomado un tiempo para perdonarlos, sino que era una oración por quienes estaban allí asesinándole en ese mismo momento. No fue a sangre fría que oró el Salvador, después de haber olvidado el daño y de poder perdonarlo más fácilmente, sino que oraba mientras las primeras gotas rojas de sangre manchaban las manos que metían los clavos, cuando el martillo estaba todavía salpicado sangre carmesí, Su boca bendita pronunciaba la fresca oración la cálida oración la agradable oración: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Digo que esa oración no estaba limitada a Sus verdugos inmediatos. Yo creo que era una oración de gran alcance que incluía a los escribas y a los fariseos, a Pilato y a Herodes, a los judíos y a los gentiles, sí, a toda la raza humana en un cierto sentido, pues todos estábamos involucrados en ese asesinato; pero ciertamente para las personas inmediatas, sobre quienes fue pronunciada esa oración que como precioso perfume de nardo, estallaron aquellas palabras que estaban allí en aquel momento cometiendo el acto brutal de clavarlo en el madero maldito.
¡Cuán sublime es esta oración cuando es considerada bajo esta luz! Es única y está sobre un monte de gloria solitaria. Ninguna otra oración como esta había sido musitada antes. Es cierto que Abraham, y Moisés y los profetas habían orado por los malvados; pero no por hombres perversos que habían perforado sus manos y pies. Es cierto que los cristianos han ofrecido esa misma oración desde aquel día, tal como Esteban clamó: “No les tomes en cuenta este pecado”; y las últimas palabras de muchos mártires en la hoguera han sido palabras de piadosa intercesión por sus perseguidores; pero nosotros sabemos dónde aprendieron esto.
Pero déjenme preguntarles: ¿dónde lo aprendió Él? ¿No fue Jesús el original divino? Él no lo aprendió en ninguna parte; brotó de Su propia naturaleza semejante a Dios. Una compasión peculiar que mana desde Sí mismo dictó la originalidad de esta oración; la íntima realeza de Su amor le sugirió una intercesión tan memorable que puede servirnos de modelo, pero de la cual no existía ningún modelo anteriormente.
Pienso que sería mejor que me arrodillara en este momento delante de mi Señor en vez de estar sentado y escribiendo esto. Quiero adorarle, quiero venerarlo en mi corazón por esa oración; aunque no conociera nada más excepto esta oración, debo adorarle, pues esa súplica sin par pidiendo misericordia me convence de la deidad de quien la ofreció, de manera sumamente contundente, y llena mi corazón de reverente afecto.
Seleccionado y adaptado del Sermon 897 de CH Spurgeon 1869 Traducido por Allan Norman
PLAN DE LECTURA BÍBLICA ANUAL
Capítulo 7
2°Rey.7:1 Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria.
2°Rey.7:2 Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.
2°Rey.7:3 Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?
2°Rey.7:4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.
2°Rey.7:5 Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.
2°Rey.7:6 Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.
2°Rey.7:7 Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.
2°Rey.7:8 Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.
2°Rey.7:9 Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.
2°Rey.7:10 Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí nadie, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campamento intacto.
2°Rey.7:11 Los porteros gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.
2°Rey.7:12 Y se levantó el rey de noche, y dijo a sus siervos: Yo os declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la ciudad.
2°Rey.7:13 Entonces respondió uno de sus siervos y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay.
2°Rey.7:14 Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: Id y ved.
2°Rey.7:15 Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.
2°Rey.7:16 Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.
2°Rey.7:17 Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él.
2°Rey.7:18 Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos seahs de cebada por un siclo, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.
2°Rey.7:19 A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.
2°Rey.7:20 Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió.
Capítulo 8
Los bienes de la sunamita devueltos
2°Rey.8:1 Habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo él había hecho vivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde puedas; porque Jehová ha llamado el hambre, la cual vendrá sobre la tierra por siete años.
2°Rey.8:2 Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo; y se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos siete años.
2°Rey.8:3 Y cuando habían pasado los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió para implorar al rey por su casa y por sus tierras.
2°Rey.8:4 Y había el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios, diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo.
2°Rey.8:5 Y mientras él estaba contando al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí que la mujer, a cuyo hijo él había hecho vivir, vino para implorar al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir.
2°Rey.8:6 Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey ordenó a un oficial, al cual dijo: Hazle devolver todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día que dejó el país hasta ahora.
Hazael reina en Siria
2°Rey.8:7 Eliseo se fue luego a Damasco; y Ben-adad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí.
2°Rey.8:8 Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?
2°Rey.8:9 Tomó, pues, Hazael en su mano un presente de entre los bienes de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro, y llegando se puso delante de él, y dijo: Tu hijo Ben-adad rey de Siria me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?
2°Rey.8:10 Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente.
2°Rey.8:11 Y el varón de Dios le miró fijamente, y estuvo así hasta hacerlo ruborizarse; luego lloró el varón de Dios.
2°Rey.8:12 Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel; a sus fortalezas pegarás fuego, a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños, y abrirás el vientre a sus mujeres que estén encintas.
2°Rey.8:13 Y Hazael dijo: Pues, ¿qué es tu siervo, este perro, para que haga tan grandes cosas? Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria.
2°Rey.8:14 Y Hazael se fue, y vino a su señor, el cual le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente sanarás.
2°Rey.8:15 El día siguiente, tomó un paño y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y murió; y reinó Hazael en su lugar.
Reinado de Joram de Judá (2 Cr. 21.1-20)
2°Rey.8:16 En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá.
2°Rey.8:17 De treinta y dos años era cuando comenzó a reinar, y ocho años reinó en Jerusalén.
2°Rey.8:18 Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque una hija de Acab fue su mujer; e hizo lo malo ante los ojos de Jehová.
2°Rey.8:19 Con todo eso, Jehová no quiso destruir a Judá, por amor a David su siervo, porque había prometido darle lámpara a él y a sus hijos perpetuamente.
2°Rey.8:20 En el tiempo de él se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y pusieron rey sobre ellos.
2°Rey.8:21 Joram, por tanto, pasó a Zair, y todos sus carros con él; y levantándose de noche atacó a los de Edom, los cuales le habían sitiado, y a los capitanes de los carros; y el pueblo huyó a sus tiendas.
2°Rey.8:22 No obstante, Edom se libertó del dominio de Judá, hasta hoy. También se rebeló Libna en el mismo tiempo.
2°Rey.8:23 Los demás hechos de Joram, y todo lo que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?
2°Rey.8:24 Y durmió Joram con sus padres, y fue sepultado con ellos en la ciudad de David; y reinó en lugar suyo Ocozías, su hijo.
Reinado de Ocozías de Judá (2 Cr. 22.1-6)
2°Rey.8:25 En el año doce de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías hijo de Joram, rey de Judá.
2°Rey.8:26 De veintidós años era Ocozías cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre fue Atalía, hija de Omri rey de Israel.
2°Rey.8:27 Anduvo en el camino de la casa de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová, como la casa de Acab; porque era yerno de la casa de Acab.
2°Rey.8:28 Y fue a la guerra con Joram hijo de Acab a Ramot de Galaad, contra Hazael rey de Siria; y los sirios hirieron a Joram.
2°Rey.8:29 Y el rey Joram se volvió a Jezreel para curarse de las heridas que los sirios le hicieron frente a Ramot, cuando peleó contra Hazael rey de Siria. Y descendió Ocozías hijo de Joram rey de Judá, a visitar a Joram hijo de Acab en Jezreel, porque estaba enfermo.
Capítulo 9
Jehú es ungido rey de Israel
2°Rey.9:1 Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas, y le dijo: Ciñe tus lomos, y toma esta redoma de aceite en tu mano, y ve a Ramot de Galaad.
2°Rey.9:2 Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat hijo de Nimsi; y entrando, haz que se levante de entre sus hermanos, y llévalo a la cámara.
2°Rey.9:3 Toma luego la redoma de aceite, y derrámala sobre su cabeza y di: Así dijo Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel. Y abriendo la puerta, echa a huir, y no esperes.
2°Rey.9:4 Fue, pues, el joven, el profeta, a Ramot de Galaad.
2°Rey.9:5 Cuando él entró, he aquí los príncipes del ejército que estaban sentados. Y él dijo: Príncipe, una palabra tengo que decirte. Jehú dijo: ¿A cuál de todos nosotros? Y él dijo: A ti, príncipe.
2°Rey.9:6 Y él se levantó, y entró en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y le dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre Israel, pueblo de Jehová.
2°Rey.9:7 Herirás la casa de Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de Jezabel.
2°Rey.9:8 Y perecerá toda la casa de Acab, y destruiré de Acab todo varón, así al siervo como al libre en Israel.
2°Rey.9:9 Y yo pondré la casa de Acab como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahías.
2°Rey.9:10 Y a Jezabel la comerán los perros en el campo de Jezreel, y no habrá quien la sepulte. En seguida abrió la puerta, y echó a huir.
2°Rey.9:11 Después salió Jehú a los siervos de su señor, y le dijeron: ¿Hay paz? ¿Para qué vino a ti aquel loco? Y él les dijo: Vosotros conocéis al hombre y sus palabras.
2°Rey.9:12 Ellos dijeron: Mentira; decláranoslo ahora. Y él dijo: Así y así me habló, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel.
2°Rey.9:13 Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey.
Jehú mata a Joram
2°Rey.9:14 Así conspiró Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi, contra Joram. (Estaba entonces Joram guardando a Ramot de Galaad con todo Israel, por causa de Hazael rey de Siria;
2°Rey.9:15 pero se había vuelto el rey Joram a Jezreel, para curarse de las heridas que los sirios le habían hecho, peleando contra Hazael rey de Siria.) Y Jehú dijo: Si es vuestra voluntad, ninguno escape de la ciudad, para ir a dar las nuevas en Jezreel.
2°Rey.9:16 Entonces Jehú cabalgó y fue a Jezreel, porque Joram estaba allí enfermo. También estaba Ocozías rey de Judá, que había descendido a visitar a Joram.
2°Rey.9:17 Y el atalaya que estaba en la torre de Jezreel vio la tropa de Jehú que venía, y dijo: Veo una tropa. Y Joram dijo: Ordena a un jinete que vaya a reconocerlos, y les diga: ¿Hay paz?
2°Rey.9:18 Fue, pues, el jinete a reconocerlos, y dijo: El rey dice así: ¿Hay paz? Y Jehú le dijo: ¿Qué tienes tú que ver con la paz? Vuélvete conmigo. El atalaya dio luego aviso, diciendo: El mensajero llegó hasta ellos, y no vuelve.
2°Rey.9:19 Entonces envió otro jinete, el cual llegando a ellos, dijo: El rey dice así: ¿Hay paz? Y Jehú respondió: ¿Qué tienes tú que ver con la paz? Vuélvete conmigo.
2°Rey.9:20 El atalaya volvió a decir: También éste llegó a ellos y no vuelve; y el marchar del que viene es como el marchar de Jehú hijo de Nimsi, porque viene impetuosamente.
2°Rey.9:21 Entonces Joram dijo: Unce el carro. Y cuando estaba uncido su carro, salieron Joram rey de Israel y Ocozías rey de Judá, cada uno en su carro, y salieron a encontrar a Jehú, al cual hallaron en la heredad de Nabot de Jezreel.
2°Rey.9:22 Cuando vio Joram a Jehú, dijo: ¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: ¿Qué paz, con las fornicaciones de Jezabel tu madre, y sus muchas hechicerías?
2°Rey.9:23 Entonces Joram volvió las riendas y huyó, y dijo a Ocozías: ¡Traición, Ocozías!
2°Rey.9:24 Pero Jehú entesó su arco, e hirió a Joram entre las espaldas; y la saeta salió por su corazón, y él cayó en su carro.
2°Rey.9:25 Dijo luego Jehú a Bidcar su capitán: Tómalo, y échalo a un extremo de la heredad de Nabot de Jezreel. Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos con la gente de Acab su padre, Jehová pronunció esta sentencia sobre él, diciendo:
2°Rey.9:26 Que yo he visto ayer la sangre de Nabot, y la sangre de sus hijos, dijo Jehová; y te daré la paga en esta heredad, dijo Jehová. Tómalo pues, ahora, y échalo en la heredad de Nabot, conforme a la palabra de Jehová.
Jehú mata a Ocozías (2 Cr. 22.7-9)
2°Rey.9:27 Viendo esto Ocozías rey de Judá, huyó por el camino de la casa del huerto. Y lo siguió Jehú, diciendo: Herid también a éste en el carro. Y le hirieron a la subida de Gur, junto a Ibleam. Y Ocozías huyó a Meguido, pero murió allí.
2°Rey.9:28 Y sus siervos le llevaron en un carro a Jerusalén, y allá le sepultaron con sus padres, en su sepulcro en la ciudad de David.
2°Rey.9:29 En el undécimo año de Joram hijo de Acab, comenzó a reinar Ocozías sobre Judá.
Muerte de Jezabel
2°Rey.9:30 Vino después Jehú a Jezreel; y cuando Jezabel lo oyó, se pintó los ojos con antimonio, y atavió su cabeza, y se asomó a una ventana.
2°Rey.9:31 Y cuando entraba Jehú por la puerta, ella dijo: ¿Sucedió bien a Zimri, que mató a su señor?
2°Rey.9:32 Alzando él entonces su rostro hacia la ventana, dijo: ¿Quién está conmigo? ¿quién? Y se inclinaron hacia él dos o tres eunucos.
2°Rey.9:33 Y él les dijo: Echadla abajo. Y ellos la echaron; y parte de su sangre salpicó en la pared, y en los caballos; y él la atropelló.
2°Rey.9:34 Entró luego, y después que comió y bebió, dijo: Id ahora a ver a aquella maldita, y sepultadla, pues es hija de rey.
2°Rey.9:35 Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, y los pies, y las palmas de las manos.
2°Rey.9:36 Y volvieron, y se lo dijeron. Y él dijo: Esta es la palabra de Dios, la cual él habló por medio de su siervo Elías tisbita, diciendo: En la heredad de Jezreel comerán los perros las carnes de Jezabel,
2°Rey.9:37 y el cuerpo de Jezabel será como estiércol sobre la faz de la tierra en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pueda decir: Esta es Jezabel.
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