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OCTUBRE 23

Ef.4:16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

“La edificación del cuerpo…”, (Cuerpo de Cristo) es la combinación de las dos imágenes detalladas, la primera en Ef.1:22 y 23 que dice: "y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia," "la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo..."

Y la Segunda figura en Ef.2:20 al 22 que dice: "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo," "en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;" "en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu".

El crecimiento del cuerpo es orgánico y se realiza automáticamente, con tal de que la circulación de la sangre se cumpla debidamente; “la edificación del templo…”, en cambio, se hace desde afuera, mediante el aporte de nuevas piedras.- Es necesario que esas piedras sean de inmediato miembros íntimamente unidos a la Cabeza y a los demás miembros.- Ambas imágenes hacen resaltar la estrecha solidaridad e interdependencia de los miembros del cuerpo como dice en 1ºCor.12:26 "De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan".  ¿Y si un miembro peca?? hemos de postrarnos en oración con llanto y dolor y aunque nosotros no hayamos caído en pecado, nos dolemos ante el Señor y decimos como el profeta Daniel: "hemos pecado nosotros y nuestros padres..." Dan.9...

“En amor…”: cualquier otro crecimiento sería perjudicial, y preguntamos, ¿sería, acaso, verdadero crecimiento?.- Si el verdadero crecimiento está “en Cristo…”, ha de ser en ese amor...

A cada creyente es dado algún don de la gracia para que se ayuden mutuamente. Todo se da según a Cristo le parezca bien otorgar a cada uno. Él recibió para ellos, para darles a ellos, una gran medida de dones y gracias; particularmente el don del Espíritu Santo. No es un simple conocimiento intelectual ni un puro reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios, sino como quien produce confianza y obediencia. Hay una plenitud en Cristo y una medida de esa plenitud dada en el consejo de Dios a cada creyente, pero nunca llegaremos a la medida perfecta sino hasta que lleguemos al cielo. Los hijos de Dios están creciendo mientras están en este mundo; y el crecimiento del cristiano busca la gloria de Cristo. Mientras más impulsado se encuentre un hombre a aprovechar su estado, conforme a su medida y todo lo que haya recibido, para el bien espiritual del prójimo, más ciertamente puede creer que tiene la gracia del amor y la caridad sincera arraigada en su corazón.

 


PLAN DE LECTURA BÍBLICA ANUAL


Capítulo 9 

Misión de los doce discípulos  (Mt. 10.5-15; Mr. 6.7-13) 

Luc.9:1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.  
Luc.9:2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.  
Luc.9:3 Y les dijo:No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.  
Luc.9:4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.  
Luc.9:5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. 
Luc.9:6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.  


Muerte de Juan el Bautista  (Mt. 14.1-12; Mr. 6.14-29) 

Luc.9:7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;  
Luc.9:8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. 
Luc.9:9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.  


Alimentación de los cinco mil  (Mt. 14.13-21; Mr. 6.30-44; Jn. 6.1-14) 

Luc.9:10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. 
Luc.9:11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.  
Luc.9:12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.  
Luc.9:13 El les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.  
Luc.9:14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.  
Luc.9:15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.  
Luc.9:16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.  
Luc.9:17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.  


La confesión de Pedro  (Mt. 16.13-20; Mr. 8.27-30)  

Luc.9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? 
Luc.9:19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. 
Luc.9:20 El les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. 


Jesús anuncia su muerte  (Mt. 16.21-28; Mr. 8.31E.1)  

Luc.9:21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,  
Luc.9:22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. 
Luc.9:23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 
Luc.9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. 
Luc.9:25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?  
Luc.9:26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.  
Luc.9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.  


La transfiguración  (Mt. 17.1-8; Mr. 9.2-8)  

Luc.9:28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 
Luc.9:29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.  
Luc.9:30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;  
Luc.9:31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.  
Luc.9:32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.  
Luc.9:33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.  
Luc.9:34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.  
Luc.9:35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.  
Luc.9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.  


Jesús sana a un muchacho endemoniado  (Mt. 17.14-21; Mr. 9.14-29)  

Luc.9:37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.  
Luc.9:38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;  
Luc.9:39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.  
Luc.9:40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.  
Luc.9:41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo. 
Luc.9:42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.  
Luc.9:43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.  


Jesús anuncia otra vez su muerte  (Mt. 17.22-23; Mr. 9.30-32)
  
Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:  
Luc.9:44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.  
Luc.9:45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.  


¿Quién es el mayor?  (Mt. 18.1-5; Mr. 9.33-37) 

Luc.9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor. 
Luc.9:47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,  
Luc.9:48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.  


El que no es contra nosotros, por nosotros es  (Mr. 9.38-40) 

Luc.9:49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.  
Luc.9:50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.  


Jesús reprende a Jacobo y a Juan  

Luc.9:51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.  
Luc.9:52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.  
Luc.9:53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.  
Luc.9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? 
Luc.9:55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;  
Luc.9:56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.  


Los que querían seguir a Jesús  (Mt. 8.18-22) 

Luc.9:57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.  
Luc.9:58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.  
Luc.9:59 Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.  
Luc.9:60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.  
Luc.9:61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 
Luc.9:62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.  


Capítulo 10

Misión de los setenta  

Luc.10:1 Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir.  
Luc.10:2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. 
Luc.10:3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. 
Luc.10:4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.  
Luc.10:5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.  
Luc.10:6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.  
Luc.10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.  
Luc.10:8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante;  
Luc.10:9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.  
Luc.10:10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid:  
Luc.10:11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros. 
Luc.10:12 Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad. 


Ayes sobre las ciudades impenitentes  (Mt. 11.20-24) 

Luc.10:13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.  
Luc.10:14 Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.  
Luc.10:15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida. 
Luc.10:16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.  


Regreso de los setenta  

Luc.10:17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.  
Luc.10:18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.  
Luc.10:19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.  
Luc.10:20 Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.  


Jesús se regocija (Mt. 11.25-27; 13.16-17) 

Luc.10:21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.  
Luc.10:22 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.  
Luc.10:23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;  
Luc.10:24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.  


El buen samaritano  

Luc.10:25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?  
Luc.10:26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?  
Luc.10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 
Luc.10:28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 
Luc.10:29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?  
Luc.10:30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.  
Luc.10:31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.  
Luc.10:32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.  
Luc.10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;  
Luc.10:34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.  
Luc.10:35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.  
Luc.10:36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?  
Luc.10:37 El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. 


Jesús visita a Marta y a María  

Luc.10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.  
Luc.10:39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.  
Luc.10:40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.  
Luc.10:41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.  
Luc.10:42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. 

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