1ºTes.4:15 Por lo cual os
decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Los muertos en Cristo
tienen una preeminencia de haber participado en Su muerte, (porque El Señor
tomo nuestra maldición y la hizo suya, era nuestra la muerte, nuestra herencia,
pero El la hizo suya) y esos mismos que duermen en El participan también de SU RESURRECCION.
La Escritura usa
continuamente el término "dormir" para expresar la muerte. Nuestro
Salvador también lo hizo; diciendo: "Nuestro amigo Lázaro duerme"; y
tan bien, lo describió que los discípulos dijeron, si duerme sanará, “Pero
Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del
reposar del sueño”. Jn.11:13.- Con mucha frecuencia, incluso en el Antiguo
Testamento, se dice que ciertas personas “dormían con sus padres y fueron
sepultados en un sepulcro ”. Tampoco aludían en muchos casos que ese dormir
fuese un final desesperado de la vida; David dice: “Estaré satisfecho cuando
despierte, a tu semejanza” Sal 17:15.- Ellos esperaban despertar de ese sueño
en el que creían que la muerte arrojaba sus cuerpos.
En el Nuevo Testamento,
el mismo emblema se usa continuamente, y es muy agradable recordar que, en las antiguas
catacumbas de Roma, donde fueron enterrados los cuerpos de muchos santos, se
encuentran inscritos en sus tumbas, epitafios como: "Ella duerme";
"Duerme en Jesús;" "Un día se despertará"; y otros
similares, que marcan la firme creencia de los cristianos, que el sueño era una
imagen muy fina y hermosa de la muerte.
Hay una suposición
maligna que suele surgir aquí. Cuando la muerte a la muerte se le llama sueño,
no es porque el alma duerme a un estado inconsciente; la Sagrada Escritura nos
revela que el alma sube de inmediato al cielo. El alma del santo es encontrado
de inmediato ante el trono de Dios. Es solo del cuerpo del que se dice que
duerme. El alma no duerme; el alma esta ausente del cuerpo y presente con el Señor;
ella extiende sus alas y vuela hacia ese reino del gozo y del sublime deleite,
bañándose en la dicha eterna, ella encuentra un descanso de la agitación de la
tierra, infinitamente mejor que cualquier descanso que el sueño pueda brindar.
Es el cuerpo, entonces,
que duerme, y solo el cuerpo y veremos el porque de esta comparación o metáfora
del sueño
En primer lugar, podríamos
decir que es porque el sueño es una suspensión de las facultades, pero no una destrucción
del cuerpo. Cuando vemos a alguien naturalmente dormido, creemos que ese cuerpo
se despertará de nuevo. No suponemos que esos ojos sean sellados en la
oscuridad perpetua, que esos huesos y esa carne yacerán durmiendo, y nunca más
sentirán la conciencia del ser, o que no volverá a agitarse con el impulso de
vida.
No, por cierto que esperamos
ver reanudadas las funciones de la vida, de aquel que esta durmiendo, creemos
que esos párpados se abrirán para admitir los esplendores de la luz, y creemos
que esas extremidades se vuelven nuevamente a la actividad.
Entonces, cuando
enterramos a nuestros muertos en las tumbas, se nos enseña a creer que están
dormidos. Nuestra fe (que está garantizada por la Palabra de Dios,) discierne
en la corrupción de la muerte una suspensión de los poderes del cuerpo en lugar
de una aniquilación de la materia en sí.
La casa terrenal de este
tabernáculo (Templo del Espíritu Santo) puede ser disuelta, pero no puede ser destruido.
Aunque los huesos o cenizas estén esparcidos a los cuatro vientos del cielo,
sin embargo, al llamado del Señor Dios (Elohim-Adonai), volverán a reunirse,
hueso a su hueso, célula a célula (Porque cada célula contiene naturalmente su
ADN). Aunque los ojos se pongan vidriosos primero y luego sean devorados de sus
cuencas, “De cierto, de cierto os digo…” que seguramente serán restauradas,
para que cada santo en su propia carne pueda ver a Dios.
En esta confianza
depositamos el cuerpo de cada santo difunto en la tumba como en una cama. No
dudamos que Dios guardará el polvo de la hijos e hijas preciosos de Sion
Creemos que, en la
resurrección habrá una perfecta identidad del cuerpo. Muchos pueden llamarlo poco
filosófico, pero no pueden demostrar que no es bíblico. Dirán que la ciencia no
puede demostrarlo, pero entonces tampoco la ciencia puede refutarlo. La razón
se avergüenza, mientras que el apóstol dice: “He aquí, os muestro un misterio;
No todos dormiremos, pero todos serán cambiados “…transformados, en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, en la última trompeta: porque sonará la trompeta,
y los muertos resucitarán incorruptibles."
No miremos, entonces, el
cadáver de nuestro hermano o hermana en Cristo, como una despedida eterna. Diga
más bien: Diga mas bien: Estoy seguro, que este dormido heredero de la
inmortalidad despierte al sonido de su reposo sepulcral en los albores del día
de la Resurrección a la voz de “Viene el esposo, salid a recibirle…”
Asi como cuando nosotros
nos recostamos en cansancio y nos despertamos en las primeras horas de la mañana
decimos, parece que pasó una hora, me dormí profundamente, así será para los
que duermen, muchas madres dirán: Levanté la tapa del ataúd y miré su querida
carita sin vida y ahora estas conmigo en plena felicidad, pareciera que fue
ayer… "fue sólo ayer que estaba en un cementerio, consternado con la vista
de cráneos y huesos desnudos y ahora todo un ejército se levanta sobre la
muerte en la resurrección de la Vida".-
Ahora bien, hermanos, no
podré explicar esto para vuestro entendimiento, porque no es por el ejercicio
de nuestro sentidos que será provechosa esta palabra, sino que será provechosa
por el ejercicio de nuestra fe, y así es que vamos a obtener esta bendita esperanza.
El Señor dice: El que
tenga oídos para oír, oiga… Porque si no tiene oídos para oír con fe ahora que su
cuerpo esta habilitado de este lado del sol, tampoco tendrá oído para oír la
aclamación, que vendrá “…con voz de arcángel, y con trompeta de Dios…”
1ºTes.4:15 Por lo cual os
decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Los muertos en Cristo
tienen una preeminencia de haber participado en Su muerte, (porque El Señor
tomo nuestra maldición y la hizo suya, era nuestra la muerte, nuestra herencia,
pero El la hizo suya) y esos mismos que duermen en El participan también de SU RESURRECCION.
La Escritura usa
continuamente el término "dormir" para expresar la muerte. Nuestro
Salvador también lo hizo; diciendo: "Nuestro amigo Lázaro duerme"; y
tan bien, lo describió que los discípulos dijeron, si duerme sanará, “Pero
Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del
reposar del sueño”. Jn.11:13.- Con mucha frecuencia, incluso en el Antiguo
Testamento, se dice que ciertas personas “dormían con sus padres y fueron
sepultados en un sepulcro ”. Tampoco aludían en muchos casos que ese dormir
fuese un final desesperado de la vida; David dice: “Estaré satisfecho cuando
despierte, a tu semejanza” Sal 17:15.- Ellos esperaban despertar de ese sueño
en el que creían que la muerte arrojaba sus cuerpos.
En el Nuevo Testamento,
el mismo emblema se usa continuamente, y es muy agradable recordar que, en las antiguas
catacumbas de Roma, donde fueron enterrados los cuerpos de muchos santos, se
encuentran inscritos en sus tumbas, epitafios como: "Ella duerme";
"Duerme en Jesús;" "Un día se despertará"; y otros
similares, que marcan la firme creencia de los cristianos, que el sueño era una
imagen muy fina y hermosa de la muerte.
Hay una suposición
maligna que suele surgir aquí. Cuando la muerte a la muerte se le llama sueño,
no es porque el alma duerme a un estado inconsciente; la Sagrada Escritura nos
revela que el alma sube de inmediato al cielo. El alma del santo es encontrado
de inmediato ante el trono de Dios. Es solo del cuerpo del que se dice que
duerme. El alma no duerme; el alma esta ausente del cuerpo y presente con el Señor;
ella extiende sus alas y vuela hacia ese reino del gozo y del sublime deleite,
bañándose en la dicha eterna, ella encuentra un descanso de la agitación de la
tierra, infinitamente mejor que cualquier descanso que el sueño pueda brindar.
Es el cuerpo, entonces,
que duerme, y solo el cuerpo y veremos el porque de esta comparación o metáfora
del sueño
En primer lugar, podríamos
decir que es porque el sueño es una suspensión de las facultades, pero no una destrucción
del cuerpo. Cuando vemos a alguien naturalmente dormido, creemos que ese cuerpo
se despertará de nuevo. No suponemos que esos ojos sean sellados en la
oscuridad perpetua, que esos huesos y esa carne yacerán durmiendo, y nunca más
sentirán la conciencia del ser, o que no volverá a agitarse con el impulso de
vida.
No, por cierto que esperamos
ver reanudadas las funciones de la vida, de aquel que esta durmiendo, creemos
que esos párpados se abrirán para admitir los esplendores de la luz, y creemos
que esas extremidades se vuelven nuevamente a la actividad.
Entonces, cuando
enterramos a nuestros muertos en las tumbas, se nos enseña a creer que están
dormidos. Nuestra fe (que está garantizada por la Palabra de Dios,) discierne
en la corrupción de la muerte una suspensión de los poderes del cuerpo en lugar
de una aniquilación de la materia en sí.
La casa terrenal de este
tabernáculo (Templo del Espíritu Santo) puede ser disuelta, pero no puede ser destruido.
Aunque los huesos o cenizas estén esparcidos a los cuatro vientos del cielo,
sin embargo, al llamado del Señor Dios (Elohim-Adonai), volverán a reunirse,
hueso a su hueso, célula a célula (Porque cada célula contiene naturalmente su
ADN). Aunque los ojos se pongan vidriosos primero y luego sean devorados de sus
cuencas, “De cierto, de cierto os digo…” que seguramente serán restauradas,
para que cada santo en su propia carne pueda ver a Dios.
En esta confianza
depositamos el cuerpo de cada santo difunto en la tumba como en una cama. No
dudamos que Dios guardará el polvo de la hijos e hijas preciosos de Sion
Creemos que, en la
resurrección habrá una perfecta identidad del cuerpo. Muchos pueden llamarlo poco
filosófico, pero no pueden demostrar que no es bíblico. Dirán que la ciencia no
puede demostrarlo, pero entonces tampoco la ciencia puede refutarlo. La razón
se avergüenza, mientras que el apóstol dice: “He aquí, os muestro un misterio;
No todos dormiremos, pero todos serán cambiados “…transformados, en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, en la última trompeta: porque sonará la trompeta,
y los muertos resucitarán incorruptibles."
No miremos, entonces, el
cadáver de nuestro hermano o hermana en Cristo, como una despedida eterna. Diga
más bien: Diga mas bien: Estoy seguro, que este dormido heredero de la
inmortalidad despierte al sonido de su reposo sepulcral en los albores del día
de la Resurrección a la voz de “Viene el esposo, salid a recibirle…”
Asi como cuando nosotros
nos recostamos en cansancio y nos despertamos en las primeras horas de la mañana
decimos, parece que pasó una hora, me dormí profundamente, así será para los
que duermen, muchas madres dirán: Levanté la tapa del ataúd y miré su querida
carita sin vida y ahora estas conmigo en plena felicidad, pareciera que fue
ayer… "fue sólo ayer que estaba en un cementerio, consternado con la vista
de cráneos y huesos desnudos y ahora todo un ejército se levanta sobre la
muerte en la resurrección de la Vida".-
Ahora bien, hermanos, no
podré explicar esto para vuestro entendimiento, porque no es por el ejercicio
de nuestro sentidos que será provechosa esta palabra, sino que será provechosa
por el ejercicio de nuestra fe, y así es que vamos a obtener esta bendita esperanza.
El Señor dice: El que
tenga oídos para oír, oiga… Porque si no tiene oídos para oír con fe ahora que su
cuerpo esta habilitado de este lado del sol, tampoco tendrá oído para oír la
aclamación, que vendrá “…con voz de arcángel, y con trompeta de Dios…”
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