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OCTUBRE 27

Fil.4:9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. 

Es algo bueno cuando un hombre puede ser imitado minuciosamente para beneficio, como Pablo podía ser imitado. ¡Oh, que recibamos la gracia de imitarlo este día y todos los días!

Si nosotros, por medio de la gracia divina, pusiéramos en práctica la enseñanza paulina, podríamos reclamar la promesa que está ahora abierta delante de nosotros; ¡y qué promesa es! Dios, que ama la paz, hace la paz, e infunde paz, estará con nosotros. “Paz sea con todos vosotros” es una dulce bendición; pero que el Dios de paz esté con nosotros, es una mayor bendición. De esta manera tenemos tanto la fuente como también sus corrientes, tenemos el sol así como sus rayos. Si el Dios de paz está con nosotros, gozaremos de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, aunque las circunstancias externas amenacen con perturbamos. Si los hombres disputaran, nosotros nos convertiríamos en pacificadores, si el Hacedor de la paz está con nosotros.

Es en el camino de la verdad que la paz real es encontrada. Si abandonamos la fe o nos desviamos del sendero de justicia bajo la noción de promover la paz, estaremos gravemente equivocados. Primero puros, y luego pacíficos, es el orden de la sabiduría y de la evidencia. Apeguémonos a la instrucción de Pablo, y tendremos al Dios de paz con nosotros de la misma manera que estuvo con el apóstol. La Chequera del Banco de la Fe.- 16 de Marzo

Los creyentes sean unánimes y estén dispuestos a ayudarse mutuamente. Como el apóstol había hallado el beneficio de la asistencia de ellos, sabía cuán consolador sería para sus colaboradores tener la ayuda de otros. Procuremos asegurarnos que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida. —El gozo en Dios es de gran importancia en la vida cristiana; es necesario llamar continuamente a ello a los cristianos. El gozo supera ampliamente todas las causas de pesar. Los enemigos deben darse cuenta de lo moderados que eran en cuanto a las cosas externas, y con cuánta moderación sufrían las pérdidas y las dificultades. El día del juicio llegará pronto, con la plena redención de los creyentes y la destrucción de los impíos. —Es nuestro deber mostrar cuidadosa diligencia en armonía con una sabia previsión y con la debida preocupación; pero hay un afanarse de temor y desconfianza que es pecado y necedad, y sólo confunde y distrae la mente. Como remedio contra la preocupación que confunde se recomienda la constancia en la oración. No sólo los tiempos establecidos de oración, sino constancia en todo por medio de la oración. Debemos unir la acción de gracias con las oraciones y las súplicas; no sólo buscar provisiones de lo bueno, sino reconocer las misericordias que recibimos. Dios no necesita que le digamos nuestras necesidades o deseos porque los conoce mejor que nosotros, pero quiere que le demostremos que valoramos su misericordia y sentimos que dependemos de Él. La paz con Dios, esa sensación consoladora de estar reconciliados con Dios, y de tener parte de su favor, y la esperanza de la bendición celestial, son un bien mucho más grande de lo que puede expresarse con plenitud. Esta paz mantendrá nuestros corazones y mentes en Jesucristo; nos impedirá pecar cuando estemos sometidos a tribulaciones y de hundirnos debajo de ellas; nos mantendrá calmos y con una satisfacción interior. —Los creyentes tienen que conseguir y mantener un buen nombre; un nombre para todas las cosas con Dios y los hombres buenos. —Debemos recorrer en todo los caminos de la virtud y permanecer en ellos; entonces, sea que nuestra alabanza sea o no de los hombres, será de Dios. El apóstol es un ejemplo. Su doctrina armonizaba con su vida. La manera de tener al Dios de paz con nosotros es mantenernos dedicados a nuestro deber. Todos nuestros privilegios y la salvación proceden de la misericordia gratuita de Dios, pero el goce de ellos depende de nuestra conducta santa y sincera. Estas son obras de Dios, pertenecientes a Dios, y a Él solo se deben atribuir y a nadie más, ni hombres, ni palabras ni obras. Mathew Henry Año 1750.-





PLAN DE LECTURA BÍBLICA ANUAL


Capítulo 18 

Parábola de la viuda y el juez injusto  

Luc.18:1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,  
Luc.18:2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.  
Luc.18:3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.  
Luc.18:4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,  
Luc.18:5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.  
Luc.18:6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.  
Luc.18:7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?  
Luc.18:8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? 


Parábola del fariseo y el publicano  

Luc.18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:  
Luc.18:10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.  
Luc.18:11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;  
Luc.18:12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.  
Luc.18:13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.  
Luc.18:14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido. 


Jesús bendice a los niños  (Mt. 19.13-15; Mr. 10.13-16)  

Luc.18:15 Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.  
Luc.18:16 Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.  
Luc.18:17 De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.  


El joven rico  (Mt. 19.16-30; Mr. 10.17-31) 

Luc.18:18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?  
Luc.18:19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.  
Luc.18:20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. 
Luc.18:21 El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.  
Luc.18:22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 
Luc.18:23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.  
Luc.18:24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!  
Luc.18:25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.  
Luc.18:26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?  
Luc.18:27 El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. 
Luc.18:28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.  
Luc.18:29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,  
Luc.18:30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.  


Nuevamente Jesús anuncia su muerte   (Mt. 20.17-19; Mr. 10.32-34)  

Luc.18:31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.  
Luc.18:32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.  
Luc.18:33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.  
Luc.18:34 Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.  


Un ciego de Jericó recibe la vista   (Mt. 20.29-34; Mr. 10.46-52)  

Luc.18:35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;  
Luc.18:36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.  
Luc.18:37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.  
Luc.18:38 Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!  
Luc.18:39 Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!  
Luc.18:40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,  
Luc.18:41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.  
Luc.18:42 Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.  
Luc.18:43 Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.  


Capítulo 19 

Jesús y Zaqueo  

Luc.19:1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.  
Luc.19:2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,  
Luc.19:3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.  
Luc.19:4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.  
Luc.19:5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.  
Luc.19:6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.  
Luc.19:7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.  
Luc.19:8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.  
Luc.19:9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.  
Luc.19:10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. 


Parábola de las diez minas  

Luc.19:11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.  
Luc.19:12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.  
Luc.19:13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.  
Luc.19:14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.  
Luc.19:15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.  
Luc.19:16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.  
Luc.19:17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.  
Luc.19:18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.  
Luc.19:19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.  
Luc.19:20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;  
Luc.19:21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.  
Luc.19:22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;  
Luc.19:23 ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?  
Luc.19:24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.  
Luc.19:25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.  
Luc.19:26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 
Luc.19:27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí. 


La entrada triunfal en Jerusalén   (Mt. 21.1-11; Mr. 11.1-11; Jn. 12.12-19) 

Luc.19:28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.  
Luc.19:29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,  
Luc.19:30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.  
Luc.19:31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 
Luc.19:32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.  
Luc.19:33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?  
Luc.19:34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.  
Luc.19:35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.  
Luc.19:36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.  
Luc.19:37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,  
Luc.19:38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!  
Luc.19:39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.  
Luc.19:40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 
Luc.19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,  
Luc.19:42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.  
Luc.19:43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,  
Luc.19:44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. 


Purificación del templo   (Mt. 21.12-17; Mr. 11.15-19; Jn. 2.13-22) 

Luc.19:45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,  
Luc.19:46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 
Luc.19:47 Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.  
Luc.19:48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole. 

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