Jn.11:10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
PLAN DE LECTURA BÍBLICA ANUAL
Capítulo 4
El castigo de Sion consumado
Lam.4:1 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro!
¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.
Lam.4:2 Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro,
¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!
Lam.4:3 Aun los chacales dan la teta, y amamantan a sus cachorros;
La hija de mi pueblo es cruel como los avestruces en el desierto.
Lam.4:4 La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed;
Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.
Lam.4:5 Los que comían delicadamente fueron asolados en las calles;
Los que se criaron entre púrpura se abrazaron a los estercoleros.
Lam.4:6 Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma,
Que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías.
Lam.4:7 Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche;
Más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro.
Lam.4:8 Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles;
Su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.
Lam.4:9 Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre;
Porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.
Lam.4:10 Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos;
Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
Lam.4:11 Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira;
Y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.
Lam.4:12 Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo,
Creyeron que el enemigo y el adversario entrara por las puertas de Jerusalén.
Lam.4:13 Es por causa de los pecados de sus profetas, y las maldades de sus sacerdotes,
Quienes derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
Lam.4:14 Titubearon como ciegos en las calles, fueron contaminados con sangre,
De modo que no pudiesen tocarse sus vestiduras.
Lam.4:15 ¡Apartaos! ¡Inmundos! les gritaban; ¡Apartaos, apartaos, no toquéis!
Huyeron y fueron dispersados; se dijo entre las naciones:
Nunca más morarán aquí.
Lam.4:16 La ira de Jehová los apartó, no los mirará más;
No respetaron la presencia de los sacerdotes, ni tuvieron compasión de los viejos.
Lam.4:17 Aun han desfallecido nuestros ojos esperando en vano nuestro socorro;
En nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.
Lam.4:18 Cazaron nuestros pasos, para que no anduviésemos por nuestras calles;
Se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días; porque llegó nuestro fin.
Lam.4:19 Ligeros fueron nuestros perseguidores más que las águilas del cielo;
Sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.
Lam.4:20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
De quien habíamos dicho: A su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.
Lam.4:21 Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz;
Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.
Lam.4:22 Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion;
Nunca más te hará llevar cautiva.
Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom;
Descubrirá tus pecados.
Capítulo 5
Oración del pueblo afligido
Lam.5:1 Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido;
Mira, y ve nuestro oprobio.
Lam.5:2 Nuestra heredad ha pasado a extraños,
Nuestras casas a forasteros.
Lam.5:3 Huérfanos somos sin padre;
Nuestras madres son como viudas.
Lam.5:4 Nuestra agua bebemos por dinero;
Compramos nuestra leña por precio.
Lam.5:5 Padecemos persecución sobre nosotros;
Nos fatigamos, y no hay para nosotros reposo.
Lam.5:6 Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan.
Lam.5:7 Nuestros padres pecaron, y han muerto;
Y nosotros llevamos su castigo.
Lam.5:8 Siervos se enseñorearon de nosotros;
No hubo quien nos librase de su mano.
Lam.5:9 Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan
Ante la espada del desierto.
Lam.5:10 Nuestra piel se ennegreció como un horno
A causa del ardor del hambre.
Lam.5:11 Violaron a las mujeres en Sion,
A las vírgenes en las ciudades de Judá.
Lam.5:12 A los príncipes colgaron de las manos;
No respetaron el rostro de los viejos.
Lam.5:13 Llevaron a los jóvenes a moler,
Y los muchachos desfallecieron bajo el peso de la leña.
Lam.5:14 Los ancianos no se ven más en la puerta,
Los jóvenes dejaron sus canciones.
Lam.5:15 Cesó el gozo de nuestro corazón;
Nuestra danza se cambió en luto.
Lam.5:16 Cayó la corona de nuestra cabeza;
¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos.
Lam.5:17 Por esto fue entristecido nuestro corazón,
Por esto se entenebrecieron nuestros ojos,
Lam.5:18 Por el monte de Sion que está asolado;
Zorras andan por él.
Lam.5:19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;
Tu trono de generación en generación.
Lam.5:20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros,
Y nos abandonas tan largo tiempo?
Lam.5:21 Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos;
Renueva nuestros días como al principio.
Lam.5:22 Porque nos has desechado;
Te has airado contra nosotros en gran manera.
EZEQUIEL
Capítulo 1
La visión de la gloria divina
Ez.1:1 Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.
Ez.1:2 En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes,
Ez.1:3 vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová.
Ez.1:4 Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente,
Ez.1:5 y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.
Ez.1:6 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.
Ez.1:7 Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.
Ez.1:8 Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados.
Ez.1:9 Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante.
Ez.1:10 Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila.
Ez.1:11 Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.
Ez.1:12 Y cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían.
Ez.1:13 Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.
Ez.1:14 Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos.
Ez.1:15 Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.
Ez.1:16 El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.
Ez.1:17 Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.
Ez.1:18 Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.
Ez.1:19 Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.
Ez.1:20 Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Ez.1:21 Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
Ez.1:22 Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas.
Ez.1:23 Y debajo de la expansión las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo.
Ez.1:24 Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas.
Ez.1:1:25 Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas.
Ez.1:26 Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.
Ez.1:27 Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.
Ez.1:28 Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.
Capítulo 2
Llamamiento de Ezequiel
Ez.2:1 Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.
Ez.2:2 Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.
Ez.2:3 Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.
Ez.2:4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.
Ez.2:5 Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.
Ez.2:6 Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde.
Ez.2:7 Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.
Ez.2:8 Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy.
Ez.2:9 Y miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro.
Ez.2:10 Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en él endechas y lamentaciones y ayes.
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