Rom.12:1 Así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional.
Cuerpos. “…que presentéis
vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro
culto racional.”
El propósito aquí no es
que presentemos nuestro cuerpo a Dios y dejar fuera nuestra mente, corazón, o
espíritu. Pablo dice muy claramente en el versículo dos: “… transformaos mediante la renovación de
vuestra mente …”. El fin es enfatizar que nuestro cuerpo cuenta. O pertenecemos
a Dios en cuerpo y alma, o no le pertenecemos en lo absoluto. Nuestro cuerpo
importa.
Algunos pueden pensar: «
¿Por qué estaría Dios interesado en mi cuerpo? Está pasado de peso, o bajo de
peso, arrugado, dolorido, enfermo, es impulsivo, nervioso, poco atractivo,
perezoso, torpe, incapacitado, miope, tozudo, rígido, y/o frágil ¿Qué tipo de
sacrificio es ese? El Antiguo Testamento
demandaba ovejas perfectas. Y nosotros no satisfacemos las expectativas.
Esa clase de pensamiento
confunde totalmente nuestras ideas. El sacrificio de nuestros cuerpos a Dios no
es un sacrificio por el pecado. Pues el sacrificio por el pecado ya fue hecho en
el sacrificio de Cristo. ¿Por qué cuerpos como los nuestros son aceptables? El apóstol
Pedro lo pone realmente claro en 1ra de Pedro 2:5 donde dice algo similar a
Romanos 12:1: “… ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios …”,
–entonces le agrega estas palabras: “… por medio de Jesucristo”. Nuestros
sacrificios a Dios son aceptables gracias a Jesús.
Saquemos por tanto de
nuestra mente y pensamientos la idea de que nuestro cuerpo merece la aceptación
de Dios. No la merece. Si somos aceptables es “… por medio de Jesucristo.” A
través de su perfección, y no nuestra perfección.
Pero esta forma de pensar tiene otra forma de confundir nuestras ideas. La ofrenda de nuestro cuerpo no es la ofrenda de nuestro aspecto físico sino de nuestro comportamiento. En La Biblia el cuerpo no es importante por cómo se ve sino por cómo actúa. El cuerpo es dado a nosotros para que hagamos visible la belleza de Cristo. Y Cristo, en la hora de su grandiosa belleza, no fue agradable a la vista. Isaías 53:2-3 lo describe así: “…y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos” “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos…”. La belleza de Cristo es la belleza del amor, no la belleza física. Su belleza fue la belleza del sacrificio, no la belleza de la piel.
Dios no demanda nuestros cuerpos porque quiera modelos como los que demanda el mundo. Él demanda nuestros cuerpos porque quiere modelos de misericordia. Yo creo que debemos pedir que esa perspectiva de Dios en nuestros cuerpos sea profundamente arraigada en nuestros hijos e hijas –y en nosotros mismos– como un poderoso antídoto contra tantos males y estereotipos que el mundo demanda y los tipos de desordenes psíquicos, alimenticios y económicos que infestan a tantas personas muchas de ellas muy jóvenes. Lo que Dios quiere de nosotros es un cuerpo que haga misericordias, no un cuerpo de modelos con los standares humanos…
Dios quiere evidencia
corporal visible de que nuestras vidas están edificadas sobre su misericordia.
Así como los adoradores en el Antiguo Testamento se negaban a sí mismos algunos
tesoros terrenales (una oveja, una paloma, un toro), y cargaban su sacrificio
de sangre y fuego al altar, así debemos negarnos algunos tesoros terrenales, o
bienes, o comodidades, y entreguémonos –a nuestros cuerpos– por causa de
Cristo, en las relaciones, las crisis y los lugares donde la misericordia es
necesitada en este mundo. Puede que sea en nuestra propia casa, o en cualquier
lugar del mundo.
Un sacrificio Vivo.
Una vida de acciones
físicas visibles y misericordiosas puede terminar en muerte para el creyente.
Siempre han existido mártires. Pero eso no es específicamente lo que Pablo
tiene en mente aquí. Él tiene en mente un estilo de vida: que presentemos
nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Es nuestra vida, y ese es nuestro acto
de adoración.
Permitamos que todo acto
de nuestros cuerpos en esta vida sea un acto de adoración. Es decir, dejemos
que todo acto de nuestro cuerpo vivo, sea una demostración de que Dios es
nuestro Tesoro. Dejemos que todo acto de nuestro cuerpo vivo, muestre que
Cristo es más precioso para nosotros que cualquier otra cosa. Dejemos que todo
acto de nuestro cuerpo vivo, represente la muerte para todas las difamaciones
hechas a Cristo.
Un sacrificio Santo.
Probablemente la mejor
explicación de la expresión “cuerpos … santos” venga de Romanos 6:13 donde
Pablo dice casi exactamente lo que dice aquí, usando la misma palabra
“presentéis vuestros” cuerpos a Dios, solo que se refiere a nuestros “miembros”
corporales y no solamente a nuestros cuerpos. “… ni presentéis los miembros de
vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos
vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos [como sacrificio vivo],
y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”
Presentar un cuerpo vivo y santo a Dios significa que de nuestros miembros –ojos, lengua, manos, y pies–, entregar su cuerpo para hacer justicia, (no para hacer pecado). Eso es lo que hará que un cuerpo sea santo. Un cuerpo no es santo por su aspecto, o por la figura que tiene, sino por lo que hace ¿Es “instrumento” físico del hambre por la justicia? ¿Es el instrumento físico de la mansedumbre, la misericordia y la paz?
Aquí hay tres ejemplos donde se llama “sacrificio” al cuerpo usado como instrumento de justicia y misericordia. El primero esta en Filipenses 4:18 donde el apóstol Pablo dice: “… habiendo recibido de Epafrodito lo que habéis enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios”. Los trabajos y dádivas que me enviaron y el servicio de Epafrodito al traerlo es un sacrificio de adoración a Dios. Muestra la obra de Dios en sus corazones.
Segundo ejemplo de
sacrificio vivo: Hebreos 13:15: “Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante
Él [Cristo], sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que
confiesan su nombre”. Cuando los labios se unen al corazón en oración a Dios,
el cuerpo se vuelve santo, se transforma en un sacrificio vivo.
Tercer ejemplo de
sacrificio vivo: Hebreos 13:16: “Y no os olvidéis de hacer el bien y de la
ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios”. Cuando nosotros hacemos
el bien en el nombre de Jesús, con nuestra boca, con nuestras manos o con
nuestra presencia, entonces nuestro cuerpo se vuelve santo, es un sacrificio
vivo de adoración. Un cuerpo se transforma en un sacrificio santo de adoración
cuando es devoto a los propósitos de justicia y misericordia de Dios.
Un sacrificio aceptable a
Dios.
¿Le añade esta expresión
algo a la palabra “santo”? Si el sacrificio de nuestra vida corporal es santo,
entonces es aceptable a Dios. ¿Qué adicionan estas palabras? Adicionan a Dios,
hacen a Dios explícito, nos recuerdan que la santidad importa a causa de Dios.
Esta expresión nos recuerda que todas estas palabras están describiendo un acto
de adoración –“…en adoración espiritual” y Dios es el centro de la adoración
[el culto].
Así que es conveniente
que terminemos donde empezamos y enfaticemos que antes de Romanos 12 hay un
llamado a vivir una vida misericordiosa, un llamado a vivir una vida llena de
adoración. O mejor. Al llamarnos a vivir una vida de misericordia (edificada en
la misericordia de Dios en Cristo), su propósito es que sea una vida llena de
adoración. El propósito de mostrar misericordia es mostrar a Dios. El propósito de tener cuerpos, es hacer la
gloria de Dios más visible. Y él no resplandece a través de músculos y curvas,
sino a través de nuestro comportamiento
misericordioso.
Cerraremos la idea ahora
con dos declaraciones del apóstol Pablo. Primero, el testimonio de su propio
deseo: “… conforme a mi anhelo y esperanza de que… Cristo será exaltado en mi
cuerpo, ya sea por vida o por muerte” (Filipenses 1:20). Segundo, su
exhortación a nosotros en 1ra a los Corintios 6:19-20: “¿O no sabéis … que no
sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
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