Ex.20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. (Juan 14:6).-
EL CAMINO
¿Cómo puede saberse si uno se encamino en la bueno dirección? Sobre el mar o en el desierto, uno puede dirigirse mediante las estrellas o el sol. En todos los países, los detalles del paisaje, tales como ríos o montañas, aldeas o rutas, están consignados en buenos mapas: sólo hace falta saberlos interpretar. También la gente puede informarnos. Toda está bien, pero… el cielo puede estar nublado y ocultar los astros; se puede andar desprovisto de mapa y hay gente de la que no se puede fiar: ignorantes, malévolos o mistificadores. Sólo estoy seguro de no equivocarme en un país que conozco bien o acompañado por un guía digno de confianza en un país desconocido. A menudo se ve a personas que temen equivocarse y que se informan. Si no bastan los carteles de señalamiento, pueden solicitar al agente de policía que les indique el camino.
En este primer día de enero, puede ser que el lector se pregunte: “¿Qué será de mi vida en este nuevo año? me conviene averiguar: “¿En qué dirección estoy andando?” Tal vez camine a impulsos de la fuerza de la costumbre, incitado por ejemplos o por la propaganda, yendo por la derecho o la izquierda, buscando tal placer antes que otro. Pero, en definitiva, ¿por qué o por quién se deja guiar?
Existe Alguien que se presenta como el camino, el camino hacia el cielo, hacia Dios conocido como Padre. El conduce de manera maravillosa al alma que mira hacia El. Es el Guía fiel y poderoso, pero es más que esto aún. El es el Camino mismo, la Verdad y la Vida. Desviarse de El es extraviarse y dar un paso en falso. Lector amigo: sígale; es para usted cuestión de dicha presente y eterna.
“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. (Efesios 5:15-16).-
Salmo 90
El comienzo de un año es el momento favorable para hacer un balance de nuestra situación. Al mirar atrás, el creyente puede exclamar con gratitud: “Señor, tú nos has sido refugio...” En cuanto al presente, él mide la breve duración de su existencia aquí abajo y pide a Dios que le enseñe a contar sus días con miras a adquirir un corazón sabio. Esta sabiduría, según el versículo de la fecha, nos llevará a aprovechar bien el tiempo (o según la expresión de la carta a los Colosenses: a redimir el tiempo 4:5). Sí, estos años que se acaban “como un pensamiento”, empleémoslos para el Señor.
Y a usted, lector inconversa, este año de gracia, tal vez el último, le vuelve a dar la oportunidad de aceptar a Jesús como su Salvador: aprovéchela sin tardar.
Este salmo, “oración de Moisés, varón de Dios” estará en la boca del arrepentido Israel de los últimos tiempos. Pero los redimidos del Señor que conocen su inmenso amor, pueden decir desde ahora: “De mañana (es decir, desde nuestra juventud) sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días” (v, 14). ¡Qué feliz anhelo en el umbral de este año nuevo!
Al umbral del año, fiel y buen Pastor,
Los tuyos te ofrecen cánticos de amor.
Redentor divino, Tú conoces ya,
Lo que nos espera en el mundo acá;
Toma nuestra mano, danos tu poder,
Hasta que tu rostro nos permitas ver.
“No temas, cree solamente”. (Marcos 5:36).-
“No temas, porque yo estoy contigo”. (Isaías 41:10).-
¡No temáis!
Con estas palabras Jesús, el Salvador del mundo, se dirige a nosotros. ¡Cuán adecuadas son para nosotros hoy!
Un año nuevo se abre ante nosotros. ¿Qué nos traerá? En estos tiempos de profundos cambios y de grandes nubarrones que se ciernen sobre el mundo, no es difícil prever que muchos serán los días de prueba para la humanidad. Pero los que creen en Jesucristo, el Hijo de Dios, y andan con El a su lado, pueden empezar el año nuevo sin temor.
Creer en El significa confiar en el que Dios envió por nosotros, el que murió por nosotros y ahora vive e intercede por nosotros. No sólo confiamos en El respecto de nuestra salvación eterna, sino también en cuanto a su real presencia en nuestra vida diaria. El quiere acompañarnos y dirigirnos. Su promesa (“He aquí estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”) no consta de palabras vanas y dichas a la ligera.
Vivimos en tiempo de crisis. El día de la gracia está declinando y en el crepúsculo las sombras van alargándose. Mas el Señor está con nosotros y nos dice: “No temáis... Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Cualquiera sea nuestra debilidad frente a las cosas que puedan acontecer, nos sentiremos tranquilos al conocer el poder y la fuerza, la fidelidad y el amor de Jesucristo. “El perfecto amor echa fuera el temor”.
No perdamos, pues, el ánimo; por el contrario, honremos a nuestro Señor al demostrar una plena confianza en su omnipotencia y su infinito amor.
“No temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución”. (Isaías 35:4).-
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón”. (Hebreos 10:35).-
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. (1 Pedro 5:7).-
CONFIANZA
¿Qué nos traerán los 366 días de este año bisiesto? ¡Cuán bueno es que no lo sepamos de antemano y en cambio, saber que podemos poner todos nuestros problemas en las manos de Dios y dejarlos allí!
Como no hay lluvia sin nube, generalmente tampoco hallaremos bendiciones que no sobrevengan mezcladas con penas. En vano desearíamos al lector un año nuevo sin sombra alguna, sin una lágrima que mitigase la felicidad que cada ser humano tanto anhela. No somos lo suficientemente sabios para decidir qué es lo mejor para cada cual.
La mano del Señor tal vez deba tocar las más sensibles cuerdas de la vida para que produzcan su más dulce música y para enseñar al hijo de Dios a confiar en el divino amor, hasta que la luz de la mañana haga olvidar las penas de la larga noche.
¡Depositemos, pues, nuestra confianza en Dios, quien desea colmarnos de sus bendiciones desde ya. Sin duda, no tener una cosa visible en qué apoyase le resulta difícil a nuestro débil corazón que tiembla ante las circunstancias y los sucesos desconocidos para todos, excepto para Dios. Por eso, echando toda nuestra ansiedad sobre El, dejemos en sus manos absolutamente todas nuestras preocupaciones, “toda nuestra carga…” y no volvamos a tocarla, ni aun con la punta de un dedo. ¡Oh. confiemos en El, entreguémosle nuestra vida y tomémosle a Dios la palabra!.-
“El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz”. (Romanos 15:13).-
Tres pensamientos para el Año Nuevo
Según la costumbre, en estos días se formulan augurios de felicidad para el Año Nuevo. Sin duda, cada cual lo anhela primeramente para sí mismo. Pero ese deseo, por sí solo, no lleva a nada. Es necesario añadirle lo que trae verdadera ventura. Se ha dicho que tres son las grandes esencias de la felicidad: 1) amar a alguien; 2) tener algo para hacer y 3) tener algo que esperar.
1) Nos es fácil amar a quien nos ama. Pero existe Alguien que nos amó cuando no había nada amable en nosotros. La Biblia dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores. Cristo murió por nosotros”. La humanidad necesita ser salvada del pecado. Cristo proveyó esta salvación. Por la fe en su obra expiatoria, comprendemos algo del amor divino por nosotros y podemos declarar; “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”. ¿No deberíamos decirle a menudo a Dios que le amamos?
2) Dios no permite a nadie obrar para alcanzar la propia salvación, pues “es don de Dios; no por obra, para que nadie se gloríe”. Una vez que hemos recibido ese don de salvación, son muchas las cosas por hacer para complacer a Dios. El nos pidió que observáramos las divinas ordenanzas acerca del bautismo y de la cena del Señor. Nos exhorta a que “oremos sin cesar”. Además, quiere que seamos sus testigos y que “hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.-
3) El cristiano tiene la más grande esperanza posible: la del retorno del Señor, quien lo llevará a estar con El y lo transformará a su semejanza. Fuera de estos principios básicos de nuestra relación con Dios, no hay verdadera dicha. Si el lector los aplica a su vida, se asegurará un verdaderamente feliz año nuevo.-
Los frutos del Año Nuevo
“Comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año” (Josué 5:12)
Lo peregrinación de Israel había ya concluido y eprometido reposo había llegado. No más traslado de carpas, no más serpientes ponzoñosas, no mas fieros amalecitas ni yermos desiertos. Llegaron a a que fluía leche y miel y comieron el añejo grano de la tierra. Quizás este año, lector, éste sea tu caso o el mío. Gozosa es esta esperanza; y si la fe se muestra activa nos dará inmaculado placer. Estar con Cristo en el reposo que queda para el pueblo de Dios es, en verdad, una esperanza gozosa, y esperar esta gloria tan pronto es doble gloria. La incredulidad se estremece ante el Jordán que aún corre entre nosotros y la hermosa tierra, pero estemos seguros de haber experimentado ya mayores males que los que la muerte, en el peor de los casos, nos puede causar. Desechemos todo temor y regocijémonos con gran gozo en la esperanza de que este año empezaremos a estar con el Señor. Una parte del ejército permanecerá este año en la tierra para servir al Señor. Si ésta fuere nuestra suerte, no hay razón por la que este texto no sea verdadero aun en este caso. Entramos en el reposo los que hemos creído. El Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia; la gloria que él nos da comienza aquí. Los que residen en el cielo están seguros, y los que estamos en la tierra somos preservados en Cristo. Allí ellos triunfan de sus enemigos, aquí nosotros también obtenemos victorias. Los espíritus celestiales tienen comunión con el Señor, nosotros también la tenemos. Ellos cantan sus alabanzas, nosotros también gozamos de este privilegio. Recogeremos este año frutos celestiales en la tierra, donde la fe y la esperanza han hecho el desierto semejante al jardín del Señor. El hombre comió antiguamente el alimento de los ángeles, ¿y por qué no ahora? ¡Que la gracia nos enseñe a alimentarnos de Jesús, y podamos este año comer fruta de la tierra de Canaán!
“Nos gozaremos y alegraremos en ti”.
Cantares 1.4.
“NOS gozaremos y alegraremos en ti”. No abriremos las puertas del año a las lúgubres notas del sacabuche, sino a los suaves sonidos del arpa de gozo y a los retumbantes címbalos de alegría. “Venid, celebremos alegremente a Jehová, cantemos con júbilo a la Roca de nuestra salud.” Nosotros los llamados, los fieles y los elegidos, ahuyentaremos nuestros pesares y levantaremos nuestras banderas de confianza en el nombre de Dios. Dejemos que otros se lamenten de sus aflicciones, nosotros que tenemos (para echar en el amargo lago de Mara) el árbol que dulcifica, magnificaremos al Señor con gozo. ¡Oh!, Espíritu Eterno, nuestro eficiente Consolador, nosotros que somos los templos en los cuales tú habitas, no cesaremos nunca de adorar y de bendecir el nombre de Jesús. Queremos que Jesús tenga la corona de nuestro corazón; no afrentemos a nuestro esposo gimiendo en su presencia. Hemos sido destinados a ser los cantores del cielo; ensayemos, pues, nuestro canto antes de entonarlo en los palacios de la nueva Jerusalén. Nos gozaremos y alegraremos: dos palabras con un significado, felicidad sobre felicidad. ¿Es necesario que nuestro gozo en el Señor tenga ahora algún límite? ¿No hallan los hombres piadosos que su Señor es aun ahora alcanfora y nardo, caña aromática y canela? ¿Pueden estas sustancias tener en los cielos una fragancia mejor? Nos gozaremos y alegraremos en ti. Esta última palabra es como el meollo de la nuez, como el alma del texto. ¡Qué cielos están atesorados en Jesús! ¡Qué ríos de infinita felicidad hallan en Jesús su manantial y cada gota de su plenitud! ¡Oh!, bondadoso Jesús, ya que tú eres la presente porción de tu pueblo, favorécenos este año con un sentido tal de tu preciosidad que desde el primer día hasta el último podamos gozarnos y alegrarnos en ti. Que enero se abra con gozo en el Señor y diciembre se cierre con alegría en Jesús.
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. (Génesis 3: 15). Esta es la primera promesa al hombre caído. Contiene el Evangelio completo, y la esencia del pacto de gracia. Ha sido cumplida en gran medida. La simiente de la mujer, nuestro Señor Jesús, fue herido en Su calcañar, y fue una terrible herida. ¡Cuán terrible será la herida final en la cabeza de la serpiente! Esto fue hecho virtualmente cuando Jesús quitó el pecado, venció a la muerte, y quebrantó el poder de Satanás; pero espera un cumplimiento todavía más pleno en el Segundo Advenimiento del Señor y en el día del Juicio. Para nosotros la promesa está planteada como una profecía que expresa que hemos de ser afligidos por los poderes del mal en nuestra naturaleza inferior, y así seremos heridos en nuestro calcañar: pero triunfaremos en Cristo; que pone Su pie sobre la cabeza de la serpiente antigua. A lo largo de todo este año tendremos que aprender la primera parte de esta promesa por experiencia, a causa de las tentaciones del diablo y la malignidad de los impíos que constituyen su simiente. Podrían herimos de tal manera que lleguemos a cojear por causa de nuestro calcañar herido; pero hemos de aferramos a la segunda parte del texto, y entonces no desmayaremos. Por medio de la fe regocijémonos porque todavía hemos de reinar en Cristo Jesús, la simiente de la mujer.
“La tierra a la cual pasáis para poseerla, es tierra de montes y de vegas; de la lluvia del cielo ha de beber las aguas. Tierra de la cual Jehová tu Dios cuida. Siempre estén sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año hasta el fin de él.” (Deuteronomio 11:11, 12.)
QUERIDOS amigos, hoy nos encontramos sobre el borde de lo desconocido. El año nuevo lo tenemos delante de nosotros y vamos a poseerlo. ¿Quién puede adivinar que hallaremos? ¿Por qué nuevas experiencias y cambios pasaremos y con qué nuevas necesidades nos enfrentaremos? He aquí un mensaje de nuestro Padre Celestial que nos alienta, conforta y anima. “El Señor tu dios se cuida de ello”.- “Sus ojos estén sobre tus necesidades y turbaciones hasta el fin del año”.-
El Señor proveerá con aquello que necesitamos. El nos surtirá con manantiales que jamás han de secarse, con fuentes y ríos que permanecerán para siempre. Preocupado: aquí tienes la promesa maravillosa del Padre Eterno. Si El es la Fuente de nuestras misericordias, éstas jamás podrán faltarnos. Ni el calor, ni la sequedad podrán extinguir aquel río “cuya corriente alegra la ciudad de Dios.”
La tierra es un terreno de montañas y valles. No todo es llanura, ni pendientes. Si la vida no fuese susceptible de cambios, su monotonía nos oprimiría. En la vida necesitamos también montes y valles. Las montañas recogen las lluvias que ayudan grandemente a centenares de valles fructíferos. Lo mismo sucede con nosotros. Las dificultades, como montañas que en la vida encontramos, son las que nos conducen al trono de la gracia y nos proporcionan la lluvia. ¡Cuántos han perecido en el desierto y han sido enterrados bajo sus áureas arenas, que hubieran vivido y prosperado en el campo montañoso! Si no hubiese sido por la firmeza y escarpados de las montañas que son tan difíciles de trepar, cuantos no hubiesen muerto por la helada y marchitados por el viento. ¡Cuántas desolaciones de árboles y fruto se han evitado debido a las montañas! Las montañas de Dios son una protección divina para su pueblo contra sus enemigos.
No podemos decir qué es lo que la pérdida, el dolor y la prueba están obrando. El Padre se acerca hoy a nosotros para tomarnos por la mano y conducirnos por nuestro camino. Este será, un año bueno y bendito
“Olvidando lo que queda atrás ... prosigo al blanco. (Filipenses 3: 13 y 14)
UNO DE LOS DONES gloriosos de Dios para la humanidad es la concesión de entrar a un año nuevo. Hay nuevas oportunidades y desafíos por delante. Está la oportunidad de volver a probar, de hacer un nuevo intento por realizar con éxito las ambiciones no satisfechas el año que terminó. La vida está llena de comienzos. Uno se detiene en la puerta y con mano vacilante descorre la cortina y mira hacia lo desconocido. En seguida da su primer paso a través del umbral del año nuevo. Ya es un año hermoso, porque es otro año de nuestro Señor,
Mientras miras hacia los lejanos horizontes, y te preguntas qué traerán los meses venideros, detente un momento para reflexionar en el viejo volumen de trescientos sesenta y cinco días que acabas de terminar. Sus páginas pueden estar manchadas por los errores, rotas por las intenciones, pero has avanzado algunas millas más hacia la meta, hacia la cumbre.
Por muchos peligros, afanes y acechos
hasta aquí me has hecho llegar.
Mi necesidad tu gracia ha satisfecho.
y Tu Gracia me lleva al Hogar.
No ha sido logro nuestro. Grande ha sido la fidelidad de nuestro Padre. Sus misericordias han sido nuevas cada mañana. ¡Él jamás falló!
Es parte de nuestra naturaleza el querer vivir en los ayeres de la vida, en los días que no volverán. Preferimos revivir las luchas, las penas, los desaciertos, los malos hábitos del pasado, y no enfrentar el futuro incierto. El pasado se pega de nosotros con tenacidad, como lapa que quiere impedir que nos acerquemos a la orilla, para arrojarnos a la profundidad.
Pasado, ¡aléjate y lánzate al mar profundo!
¡Que las aguas sin fondo te cubran!
Porque yo vivo, tú has muerto;
tú te has quedado, yo avanzo a vencer al mundo.
¡Desata tus cuerdas! La noche va a llegar.
¡El viento sopla, las velas desplega!
Pasado, ¡desata tus cuerdas! ¡Fija el rumbo!
¡Es hora de zarpar!
Parados en el cruce de dos caminos, hay una elección que debemos hacer, un camino que escoger, y debemos considerar cuál. ¿Cómo pensamos vivir? ¿Repitiendo el pasado?
“No veo el sendero, pero no me importa, porque sé que Él ve su camino, y yo lo veo a Él.” ¡Por delante hay un destino deslumbrante! Debemos fijar los ojos en Cristo, al encarar la aurora.
Tú eres el que envía fuentes por los arroyos; van entre los montes. (Salmo 104:10)
“Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado.” (Deuteronomio 8:7-10).-
Estamos empezando un nuevo año, y sin duda alguna, una nueva era. Si hemos aprendido bien las lecciones del pasado, delante de nosotros se extiende una herencia de bendiciones inefables que ninguna de estas metáforas vívidas puede describir en su totalidad; fuentes infinitas de bendición, porque las fuentes y los arroyos no son sino figuras de la gracia infinita de Dios. Porque con Él está la fuente de vida.
¡Una fuente que se suite de manantiales eternos!
Nos hablan de provisión inagotable: “pan sin escasez”, el aceite de oliva que habla del Espíritu Santo, la miel que habla de la dulzura de su amor, y las granadas, que son las frutas de siembra que hablan de una vida que se reproduce a sí misma en la bendición de otros.
Hablan de las “fuentes de abajo” que fluyen desde las profundidades de la tristeza en los lugares difíciles, en los lugares desiertos, en los lugares solitarios, en los lugares sencillos que parecen estar más lejos de todo lo que es sagrado y divino.
¡Qué delicioso es tener el gozo de Dios en los lugares bajos de la tristeza y ser capaz de gloriarse también en la tribulación!
Nos hablan de deleites que brotan de lo más profundo de la prueba, tesoros arrancados de la mano del enemigo.
¡Qué preciosos son los manantiales que fluyen hacia los lugares de tentación!, porque no hay nada en la vida tan difícil como el roce de la mano de Satanás y el aliento del destructor. Ah, ¡qué dulce es, aun allí, encontrar que la luz es tan intensa como la sombra y que el cielo está más próximo cuando más cerca estamos de las puertas del infierno! Así podremos tener por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas y decir: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”
¡Qué bendición es beber de los manantiales de salud y encontrar que nuestra fuerza se renueva día tras día y que la vida de Dios fluye aun dentro de nuestros órganos y nuestras funciones físicas!
“Todas mis fuentes están en ti”
Amado, Dios tiene para nosotros estos manantiales y los necesitamos todos los días. Bebamos del agua viva. Aun más, recibamos esa agua dentro de nuestro mismo corazón para que podamos llevarla dondequiera que vayamos. Rdo. A. B. Simpson
Nunca seremos “manantiales” hasta que Dios venga a nosotros. Nunca seremos renovados, fructíferos o útiles para los demás hasta que Dios nos visite. Si no experimentamos visitaciones constantes de Dios, pronto dejaremos de ser “manantiales” y volveremos a los días antiguos de sequedad y esterilidad. Helena Garratt
Reclamemos nuestra herencia en los días que se avecinan y descubramos que los lugares más difíciles en las experiencias de la vida son las oportunidades más grandes de Dios y los desafíos más poderosos de la fe.
Los manantiales en el desierto no son muy comunes; ¡pero Él nos dará tanto las fuentes de arriba como las fuentes de abajo!
PLAN DE LECTURA BÍBLICA ANUAL
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